XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: “Nadie tiene el monopolio de Dios”.

Autor: Padre Pedro Crespo

 

 

            Buscando una idea que pudiera resumir y dar pie a comentar las lecturas de este domingo XXVI del tiempo ordinario, he encontrado la siguiente: “Nadie tiene el monopolio de Dios”. Quiere decir que nadie controla a Dios, ni nadie tiene la exclusividad de ofertar a Dios. No sé que tal resultará a vuestros oídos. A la gente, en general, le puede resultar agradable porque quiere vivir su fe al margen de la Iglesia. Por eso hay que matizar: Nadie tiene el monopolio de Dios, pero nadie puede hacer con Dios y su Iglesia lo que él quiera. Todo tiene que ser conforme a los valores del Evangelio. Además se quiere expresar que Dios puede actuar fuera de lo que nosotros consideramos su ámbito.

 

Esta idea está expresada en la primera lectura y el Evangelio. El libro de los Números nos cuenta como Moisés tiene colaboradores, los setenta ancianos, para realizar su misión; pero Dios también envía su espíritu a dos, Eldad y Medad, que no estaban en la reunión; por lo que Moisés no se siente celoso. Esto quiere decir que desde siempre los enviados de Dios han tenido colaboradores y que Dios ha repartido su gracia más allá de nuestros esquemas. No quiere decir en absoluto, que Eldad y Medad tuviesen el beneplácito de Dios para actuar por su cuenta o en contra de Moisés. En el texto del Evangelio aparece esta misma idea cuando los apóstoles quieren impedir que “otros” expulsen demonios en el nombre de Jesús sin pertenecer a su grupo. Y es donde Jesús da la sentencia más significativa del Evangelio de hoy: “El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. Esta máxima defiende que hay mucha gente que no pertenece al grupo de los cristianos y su obrar puede estar contribuyendo a la instauración del Reino de Dios.

 

Además el texto del Evangelio presenta unas ideas complementarias: no hay que escandalizar a los más pequeños, a los niños, a los más débiles... y hay que quitar de nuestra vida todo lo que nos hace caer. Evidentemente estas ideas se refieren al comportamiento de las personas, que puede poner en peligro la fe de los “pequeños”: nuestra forma de actuar puede resultar escandalosa, podemos dar mal ejemplo, podemos alejar a la gente de Jesús. Pero también podemos referir este escándalo a la idea central: nosotros no agotamos a Dios, no lo controlamos, puede actuar fuera de nosotros, en los que consideramos que están más alejados. Podemos concretar el mensaje de este domingo con las siguientes afirmaciones:

 

. La Iglesia no controla a Dios. Los curas no controlan la Iglesia. Todos nos tenemos que poner en manos de Dios para que él nos controle a nosotros. Por eso es ridículo que alguien pretenda hacer un carnet de amante de Dios. La única señal válida de pertenencia a Dios y a su Iglesia es el bautismo. El único, que no es poco, control que Dios se deja, es que se hace presente por medio de los sacramentos, su presencia se debe, en ese aspecto, a la petición, al deseo de los hombres. En la Iglesia se trabaja por la corresponsabilidad de sus miembros (Moisés tenía setenta colaboradores). Todos somos responsables por nuestro bautismo. Por eso en la Iglesia, en la Parroquia, tenemos un Consejo de Pastoral, que lleva adelante todos los asuntos de la parroquia: evangelización, liturgia y cáritas. Tenemos, además, un Consejo de Economía, que administra los bienes de la parroquia, en sus entradas y en sus salidas. La Iglesia potencia las asociaciones de fieles cristianos para fomentar el culto, la formación y la caridad entre todos. Esto quiere decir que en la Iglesia no se puede ir por libre. Este es el escándalo que hay que evitar. El Espíritu sopla donde quiere, pero no fomenta el individualismo sino la comunión. Si veis un cura que va por libre, sin relación y unidad de criterios con otros curas, desconfía. Si veis a un fraile que va por libre sin relación con su comunidad ni con los curas, desconfía. Se veis a una monja que va por libre, desconfía. Si veis a un seglar que va por libre en su parroquia, que no pasa sus decisiones por el Consejo ni por los curas, desconfía.

 

Nadie va por libre en la Iglesia en el plano personal ni como asociación. No se puede hacer lo que uno quiera porque se tenga derecho a asociarse. Se tiene que respetar los estatutos, que expresan los criterios del evangelio y de la Iglesia. Por ejemplo, a veces se ve a las asociaciones de fieles muy preocupadas por sacar dinero para llevar a delante sus fines. Pues no todo vale. (Hacer una corrida de toros y en un sábado santo)

. Dios se manifiesta y se expresa fuera de la Iglesia, en muchas iniciativas y obras de gente de buena voluntad; obras que contribuyen a instaurar el Reino de Dios. En este sentido no nos podemos sentir los propietarios de Dios, aunque tengamos sus imágenes en nuestro poder y la llave del sagrario. Nos tenemos que dar cuenta de todo el bien que se hace fuera de la Iglesia, reconocerlo y apoyarlo.

 

. Quien ama a Dios y cree que Dios le anima a realizar determinadas tareas, respeta a la Iglesia y sus criterios. El peor servicio que se puede hacer a Dios y a la Iglesia es situarse fuera de la comunión, es trabajar sin criterios evangélicos. Por lo que, a veces, es mejor que no se haga nada en nombre de la Iglesia a hacerlo con criterios de este mundo, fomentando la rivalidad, la desunión, buscando el protagonismo personal, hablando mal de los sacerdotes...

 

Nadie tiene el monopolio de Dios, pero Dios si tiene el monopolio de su Iglesia. Y Dios tiene sus criterios: la comunión, por ejemplo.