Solemnidad: Todos los Santos
San Mateo 5,1-12ª: “Somos Hijos de Dios”

Autor: Padre Pedro Crespo

 

 

Celebramos hay la fiesta de todos los santos.

Santos son los que están el cielo gozando de Dios, los hijos de Dios, con palabras de la segunda lectura, que se han hecho semejantes a él.

Y es la fiesta de todos; es decir, la Iglesia reconoce que en el cielo hay más santos que en los altares y celebra sus méritos conjuntamente. Son, con palabras de la primera lectura, una muchedumbre inmensa que nadie podría contar.

Tradicionalmente en este día se va al cementerio con la intuición de que muchos de nuestros familiares estén entre esos santos. 

¿Por qué son santos? Porque han vivido heroicamente las virtudes cristianas, porque han vivido los valores de las bienaventuranzas, que escuchábamos en el evangelio. Las bienaventuranzas son, a la vez que el motivo de santidad de todos los santos, el camino de la santidad para todos nosotros.  

Dichosos los pobres de espíritu, los que son sencillos y humildes; los que, por no tener, es más fácil que confíen en Dios que los que tienen, que confían en sus bienes. Se puede ser más feliz viviendo la pobreza de espíritu que estando esclavo del espíritu de riqueza, que estando pendiente del tener, el poder y el gozar. 

Dichosos los sufridos, los que tienen capacidad de aguante ante las adversidades. Dichosos los mansos, traducen otros, los que tiene capacidad de aguante y no responden con violencia a los contratiempos de la vida y de la convivencia. Se puede ser más feliz controlando la violencia que todos llevamos dentro que teniendo agresividad. Se puede ser más feliz renunciando a los propios derechos, por amor, que estando continuamente reclamando los derechos que uno tiene. 

Dichosos los que lloran. Difícil bienaventuranza.

Esta bienaventuranza es señal de lo que son todas: un compuesto de cruz y gloria, de dolor y de dicha. Decía la primera lectura: Estos vienen de la gran tribulación, han lavado sus mantos en la sangre del cordero. Llegaremos a la gloria del cielo, pero hay que pasar por la cruz; llegaremos a la dicha de las bienaventuranzas, pero hay que pasar también por el dolor.

Dichosos los que afrontan con entereza el dolor y las lágrimas, porque después de llorar con todas las ganas podrán reír con todas las ganas. Se puede ser más feliz asumiendo el dolor y las lágrimas que huyendo de él. 

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, dichosos los que quieren que la voluntad de Dios se cumpla; la justicia es lo que se ajusta a la voluntad de Dios. Se puede llegar a la plenitud de la felicidad cumpliendo la voluntad de Dios, porque su voluntad es nuestra felicidad, más que si nos dedicamos a cumplir nuestra caprichosa voluntad.

Dichosos los misericordiosos, los que son capaces de abrirse a la misericordia de Dios reconociendo las propias miserias, los que experimentan lo que Dios nos quiere a cada uno de nosotros, porque serán capaces de llevar ese amor a todos. Se puede ser más feliz siendo comprensivo, siempre, con los pecados y las miserias de los demás que “llevando cuentas del mal”, porque el amor no lleva cuentas del mal, olvida las ofensas. 

Dichosos los limpios de corazón. Esta bienaventuranza viene a ser una condena de las falsas purezas, las de quienes tienen todo limpio menos el corazón; las de quienes están dedicados a ser buenos pero no tienen tiempo de hacer el bien. Dichosos los limpios de corazón quizá quiere decir: Dichosos los que todavía mantienen la inocencia. Se puede ser más feliz manteniendo la inocencia primera que siendo un desconfiado de todo para que no te la den. Quizá la vida consiste en recuperar la inocencia. 

Dichosos los que trabajan por la paz. Dichosos los pacificadores, los que se dedican a la reconciliación mas que a la división. Dichosos los que declaran la guerra a las formas ficticias de paz, que esconden injusticias o faltas contra la verdad. Se puede ser más feliz viviendo reconciliados con Dios, con uno mismo y con los demás, que viviendo enemistados y divididos. 

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia. Dichosos los que son coherentes con su fe y con los valores del evangelio. Dichosos los que, por ser fieles a la voluntad de Dios, encuentran dificultades es su vida. La felicidad de quien es coherente hasta el final es una paz que se debe conquistar superando cualquier dificultad. Se puede ser más feliz siendo coherente con lo que se cree que  dejando que la fe no se manifieste en las decisiones de la vida diaria, aunque eso te complique un poco la vida. 

Estos son los criterios de santidad y felicidad, que hoy afirmamos que han vivido muchos de los que nos precedieron con el signo de la fe. Que sean criterios que guíen nuestro pensar y obrar.