Solemnidad. San Jose, Esposo de la Virgen María (19 de marzo)
San Mateo 1,16.18-21.24a

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

El Universo no existía. Se trata de este en el que nosotros estamos sumergidos. El Tiempo tampoco había iniciado su monótono progreso. Dios era Dios. Proyectó que se iniciase el espacio y el tiempo. Los astrofísicos a esta circunstancia la llaman hipotéticamente big-bang. A este proyecto Dios le dio la orden de existir, fue un inmenso Sí. Impresionante. Se inició un progreso de esta existencia. Llegó un momento que decidió insuflar en un rinconcito, en un tipo de este progreso, el espíritu. No era el suyo propio, pero de él participaba. Fue la hominización. Continuó el progreso. A trancas y barrancas, pues, desde el inicio, sin que Él se lo propusiese, se coló el pecado. Era cuestión de extirparlo, pero sin prisas. El tercer Sí quiso Dios que fuera compartido. Misterios suyos. Admirables, incomprensibles. Quien acompañaría el progreso, quien ayudaría a extirpar el infortunio, fue una jovencita. Predilecta aun antes de nacer, inmaculada. Su nombre era María. Supo ser digna compañera del proyecto. El Sí de Dios, en este caso, era un interrogante. Desde el momento que María pronunció su Sí, se convirtió en un SÍ salvador de la humanidad y con ella una exaltación del Universo. Todo marchaba bien, pero Dios tenía previsto contar con otro colaborador. Sumergido en el tiempo, situado en un lugar de la Alta Galilea, vivía un joven llamado José. Un sencillo trabajador de buenas costumbres, hábiles manos y honrada responsabilidad. Dios mandó a un mensajero. Quería proponerle que fuese su colaborador, que acogiera junto a sí a la joven María, con la que él se había prometido. Lo había hecho pensando que era una buena chica, capaz de acompañarle, de hacerle feliz, si él pretendía siempre la felicidad que ella merecía. También José dijo que Sí y la amparó a ella y al que de ella nacería. Dedicó su vida a proteger, a cohesionar, a presidir y en todos los aspectos, mantenimiento y compañía, permitir que subsistiera a los ojos de los hombres la familia, aunque no se percataran de que era una familia diferente. Cumplió bien su cometido, era un hombre justo.
En Nazaret, muy cerca de donde vivió, hay una tumba sumergida en el silencio. De antiguo la llaman unos la del Justo, otros la sepultura luminosa. Posiblemente es la de José. Impresiona su visita. Mucho más que la de cualquier monumento al soldado desconocido, por importante que sea el país que la albergue y la ilumine con lámpara perenne.
Murió José acompañado del que creían que era su hijo biológico y nosotros sabemos que era el Unigénito de Dios. Con él también estaba su esposa la Virgen-Madre. Tal muerte no sería un percance. La envidiamos todos. De aquí que le invoquemos como el protector de este momento trascendente. De aquí que celebremos su fiesta solemnemente.
DEL AVE DE SAN JOSÉ
San José, te tenemos presente en nuestra plegaria y queremos saludarte, pero en tu modestia te escapas y dejas el lugar principal libre, tal como corresponde objetivamente, a María tu esposa y a su Hijo, al que tu también adoras. Aunque ellos sean los más importantes, no queremos ignorarte y te dirigimos nuestro saludo.
José, el trabajador de Nazaret, que con seguridad eras barbudo, como tantas veces recuerdan los villancicos. No podía ser de otra manera, eras de familia sencilla y rasurar la barba era un lujo que no podías permitirte. Queremos ponernos a tu lado, tu eres uno de los nuestros (no eres tan bueno como tu esposa, ni santísimo como el Niño, pero eres justo, que no es pequeña cosa) así pues bajo tu protección nos sentiremos más seguros si algo malo se avecina. En Nazaret, en Belén o en cualquier sitio, se siente uno bien estando próximo a ti.

LLENO DE GRACIA

San José, gozas del cariño de Dios-Padre, que te ha confiado lo que más quiere, su Hijo Unigénito, el Eterno. Te ha confiado también el Omnipotente a Santa María, su hija amada, la que aceptó un día ser en el tiempo la madre de su Hijo, engendrado en la eternidad desde el principio. Se ha hecho hombre, será el más perfecto de todos los humanos, el ejemplo que todos debemos imitar. Se ha hecho ciudadano digno de su pueblo, goza del privilegio de la estirpe de David, gracias a ti. Correspondiendo a tu entrega, a tu responsabilidad, seriamente aceptada, te llenó, dentro de tu capacidad limitada, de su gracia.

EL SEÑOR ESTÄ CONTIGO

Nunca hubo nadie que tuviera tanta responsabilidad en el oficio sencillo de canguro como a ti se te ha encomendado, de aquí que goces de su predilección. Después de ellos, de Jesús y de María, eres el más santo de entre los hombres y gozas de un lugar preeminente en el Universo. Te sientes el más afortunado y sin duda lo eres.

Eres tan santo que tienes a Dios a tu lado y los demás imaginan que es tu hijo. A Dios esto no le enoja, no le apura, y deja que hablen, que supongan, que lo piensen. Callar, en este caso no es otorgar.

BENDITO ENTRE TODOS LOS HOMBRES

Ni Abraham, ni Isaac, ni Jacob, ni David, ni Salomón, gozaron de tu ventura ¡y hay que ver lo grandes que ellos fueron! Tuya es la suerte, pero grande también es la de Dios al haberte encontrado y haber tú aceptado con sencillez, lo mismo que había hecho tu esposa, el día de aquel encuentro con el ángel, cuando no estabas presente. Notamos en nuestro interior un sentimiento de admiración y envidia y sinceramente no nos lo queremos quitar de encima.

ES BENDITO TU HIJO ADOPTIVO

Casi nadie de este mundo está enterado, pero las promesas que se hicieron a los antiguos se empiezan a realizar en este recién nacido, que tu ya has tenido entre tus brazos. No sabes acariciar, los hombres sólo saben hacerlo cuando son, o están en la edad de ser, abuelos, pero tu corazón ama y esto es lo que cuenta a los ojos del Señor. Nunca habías imaginado pensar lo que has pensado, mientras lo tenías entre tus brazos, y sábelo que no estás enterado, no entiendes bien, el don tan grande que se te ha concedido. Ya te hablarán de ello unos pastores que llegarán y que están siendo instruidos por unos ángeles. De aquí a un tiempo serán unos magos los que te hablarán de Él a ti, y te felicitarán, mientras les escuchas asombrado

SAN JOSÉ, JEFE DE LA SAGRADA FAMILIA

Ningún hombre ha sido tan afortunado como tu. Tienes a tu lado a quien es más grande que el Universo entero. No eres ni científico, ni artista, ni guerrero, ni político, ni deportista y, no obstante, todos ellos quisieran tener a Dios-verdad, a Dios-belleza y a Dios-bondad, tan cerca como lo tienes tú. Superas a todos aquellos a quienes a través de todo el mundo y de todos los tiempos, han recibido los mayores galardones.

San José, a los ojos de los demás, excepto a los de Dios y de tu esposa, eres el padre biológico de Jesús. Para la Ley y las normas sociales, lo eres de verdad y lo que nadie puede negarte es que durante mucho tiempo serás su protector. Protector de Dios en el planeta Tierra ¡Título sin par! A nadie se le ha dado tal privilegio, tu si has sido escogido para ello.

RUEGA HOY POR NOSOTROS

Tu que has tenido a Jesús cerca de ti durante mucho tiempo, que le enseñaste un oficio, que aprendió de ti a vivir gracias al trabajo de sus manos, que aprendió los usos y costumbres del pueblo donde habitabais, los nombres de las aldeas que os circundaban, los tiempos del segar, el valor de la moneda y las características de los materiales que hay que usar en la construcción. Háblale de cuando en cuando de nosotros, recuérdale que tenemos de Él mucha necesidad. Todas las edades, todos los pueblos necesitan su salvación. Piensa en las desgracias actuales que nos asolan, la pobreza de los países del Tercer Mundo, el horror del terrorismo, la desolación que siembra el sida, la decadencia e injusticia que representan las drogas, que destruyen familias y estamentos, la soledad que sufren los ancianos, aparcados en residencias, incomunicados de los suyos, para los que ya son sólo un estorbo.

La invasión de la frivolidad, la exaltación de valores de poca monta, que se convierten en la máxima admiración de juventudes no preparadas para la vida responsable. El fomento del consumo, sin otro interés que el llenar las arcas de los ricos, la exaltación de la política que, lejos en muchos casos de ser un servicio social, se convierte en provecho de grupos y en satisfacciones propias, utilizando influencias que llevan a la corrupción, con la consiguiente degradación de los estamentos inferiores, que viviendo en países ricos, sufren marginación y hambre. El desprecio de los emigrantes, las prevenciones que se tienen con respecto a ellos ya que podrían invadir nuestros ambientes. El egoísmo de tantos matrimonios que no se abren a la esperanza de la vida, que no engendran hijos, futuros ciudadanos responsables o santos para el Cielo.

San José, después de todo lo que te hemos dicho y para lo que hemos solicitado tu influencia, debemos reconocer que no todo lo nuestro es negativo, que muchos quieren superarse y mejorar su entorno, que muchos han asumido las doctrinas que Jesús enseñó y se entregan al estudio, a la oración y al servicio a los demás. Pide también para que a todos estos no les falte el coraje.

RUEGA POR NOSOTROS EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE

San José, sabemos que la muerte, ya sea consecuencia de un accidente o de una enfermedad, consecuencia de costumbres perniciosas o de la vida en lugares que entrañan peligros, la muerte de cualquier persona y en cualquier circunstancia, siempre es un enigma, un acontecimiento que todos tememos. Tu que tuviste la mejor compañía que uno pueda soñar, cuando nos llegue, procura que los dos que con ti estuvieron, Jesús y María, estén junto a nosotros, acompañándonos y ayudándonos. Facilita con tu intercesión nuestra entrada en la eternidad.