III Domingo de Pascua. Ciclo C.
San Juan 21, 1-19: Ironía, compartir y otorgarAutor: Padre Pedrojosé Ynaraja
No soy ningún profesional, pero en mi juventud me había gustado mucho pescar con caña y os aseguro, mis queridos jóvenes lectores, que lo que más irrita a un pescador es que cuando se le está acabando la paciencia por no haber cogido nada, se le acerque alguien a preguntar si pican o cuanto es lo que ha pescado. Pues ya lo veis, al Maestro se le ocurren estas bromas.. Sorprende también que estos discípulos, precisamente los predilectos, estén en el Norte alejados de Jerusalén y, por lo que parece, olvidados de que su Señor haya resucitado. Ellos siguen a lo suyo, a lo que habían practicado toda la vida, sin considerar el prodigio que han vivido, la Resurrección del Hijo de Dios. Os lo cuento para que no os desaniméis nunca de haberos olvidado del Señor. Lo importante es que Él no se olvide de vosotros y que si quiere intervenir en vuestra vida no le despreciéis y estéis dispuestos a seguir sus indicaciones. A los Apóstoles, como tantas veces a nosotros, les es preciso recibir el Espíritu Santo para mejorar su vida.
Lo curioso del caso es que al comprobar el prodigio, que no milagro, de haber
pescado mucho, concretamente 153 peces, que en aquel lugar era una cantidad
enorme, siguiendo las indicaciones del desconocido, reconozcan en ello al Señor,
sin exigir demostraciones. Creer siempre es un apasionante riesgo, de aquí que
la Fe cristiana se viva como una aventura y nunca se aburra uno.
No toma Pedro ninguna precaución cuando le dice el joven Juan que la silueta que
se destaca es la del Señor: se tira al agua y se va de inmediato junto a
Él. El Maestro tiene preparado un refrigerio: pan y pescado, pero no quiere ni
comérselo solo, ni que participen los otros sin colaborar en el almuerzo. Quiere
compartir. Y les pide que traigan de lo que han cogido y lo pongan a asar
conjuntamente con lo que Él tenía preparado. No olvidéis, mis queridos jóvenes
lectores, esta lección. Creer cristianamente, debe vivirse compartiendo.
El contenido del final del relato es teológicamente
importante: Jesús quiere confirmar a Pedro en su misión, espera de él que sea un
buen pastor, su predilecto buen pastor, cosa de la que ya le había hablado
anteriormente, pese a ser este mensaje lo importante, no es de esto de lo que os
quiero hablar. Os quiero recordaros las palabras de Pedro, para que también se
las digáis vosotros al Señor. Cuando os sintáis decepcionados de vuestro
proceder, avergonzados de vuestra mediocridad o desanimados de vuestros míseros
resultados, decidle con confianza: te puedes reír de mí, me puedes considerar
mediocre, soy un deficiente colaborador, pero Tú sabes que te amo. No dudéis de
dirigiros a Él de esta manera. Se acordará el Maestro de este episodio, en su
tierra, junto a su lago y con seguridad os mirará complacido.
NOTAS MARGINALES.
El lugar que recuerda este pasaje y que tiene bastantes visos de autenticidad,
entre otras razones está la descripción que de él hace la peregrina Egeria
(381-384) es uno de los rincones que mas me gusta visitar y entretenerme en él
un buen rato al atardecer, cuando viajo por aquellos pagos. Es encantador si uno
puede permanecer solo. Lo he conseguido unas cuantas veces. Está cercano a
Cafarnaún y a la basílica que recuerda la multiplicación de los panes y los
peces. La iglesita que protege una roca donde se cuenta que es la escogida por
el Señor para asar sus panes y peces. Es un recinto sencillo. Me han dicho que
el Papa Juan-Pablo II, cuando la visitó, sugirió que se edificase algo más
solemne, pero que le contestaron que ya estaba bien así, pobre y simple, como lo
había sido Jesús. A su lado, unos escalones tallados en la roca viva, de los que
habla la viajera gallega mencionada, servirían para acercarse a las
embarcaciones atracadas en lo que formaba un minúsculo puerto. El nivel del agua
varía según los años y unas veces las olas golpean suavemente el último peldaño
y otras las ve uno a unos cuantos metros de distancia. Desde hace unos años se
ha preparado un espacio circular, un diminuto anfiteatro, para reunirse,
compartir las enseñanzas que recuerda el lugar y más concretamente el texto del
evangelio de Juan que conmemora la confirmación del primado a Pedro. Un moderno
conjunto escultórico en bronce también lo proclama. Al estar relativamente
aislado de otros edificios y poblaciones, se siente uno muy a gusto en la
soledad de la contemplación, trasportado a aquellos momentos que aquí se
conmemoran.