Solemnidad. La Ascensión del Señor.
San Lucas 24,46-53: La AscensiónAutor: Padre Pedrojosé Ynaraja
Os decía, mis queridos jóvenes lectores, que nuestras concepciones de fenómenos o realidades, están muy influidos por ideologías de la antigua filosofía griega. Creemos que se trata de verdades cristianas y son puras metáforas derivadas de postulados de la cultura clásica. Hay verdades que son fundamentales en nuestra Fe, pero que su pretendida divulgación o la representación que de ellas hacen los artistas, chocan contra nuestros conocimientos. Jesús murió y resucitó, esta es nuestra verdad fundamental. A partir de ella se van derivando como quien devana una madeja todas las demás. Él nos habla del Padre, que nos advierte que también, de otra manera, es nuestro Padre. Nos trasmite su Paz y la Gracia. Nos enseña el valor del sufrimiento, que no es masoquismo, que en su persona se convierte en Redención. Resucita. Se hace presente, en nuestro lenguaje decimos que son apariciones. Demuestra que realmente se trata del que ya ellos conocían con experiencias sencillas, enseña sus llagas o come pescado y pan con ellos. Complementa las enseñanzas que había empezado a ofrecerles en su etapa histórica y juzga que debe acabar este proceder condicionado a un territorio, para poder estar al alcance de cualquier persona, de cualquier lugar o tiempo.
El último encuentro se nos describe con más solemnidad. Se cuenta que se eleva
por los aires y parece que se traslada a algún otro sitio del firmamento.
Creería uno que viajando por el espacio, por una u otra galaxia, pudiera
coincidir con Él. Se cuenta que uno de los primeros cosmonautas, dijo al
aterrizar: Dios no existe, porque yo he subido al cielo y no lo he visto.
Seguramente se trata de una anécdota inventada. Pero responde a una manera de
concebir estas cosas. Cuando los postulados de la física moderna vayan
penetrando y sean algo más entendidos, cuando sean aceptados como ayuda a la
interpretación de nuestras verdades de Fe cristiana, a muchas personas les será
más fácil aceptar el mensaje bíblico, aceptar la Fe cristiana. Que Dios existe y
no sea prisionero del universo, es tal vez uno de los mensajes de estas lecturas
y de la misma fiesta de la Ascensión.
En Jerusalén, cerca de Bet-fagé, se eleva el Olivete. Fue, según la tradición,
el lugar de este último encuentro del que os vengo hablando. El espacio esta
circunvalado por un muro octogonal. No tiene techo. Uno piensa allí en los
discípulos que embobados y boquiabiertos están parados, sin hacer nada. Los
ángeles vienen a espabilarlos y decirles que se apañen, que sigan las
indicaciones que el Señor les había dado. Hasta aquí la cosa es correcta. Lo
lamentable es que el recinto sea propiedad musulmana y que deba uno pagar la
correspondiente entrada, si quiere entregarse a la tal meditación. Pero peor es
el templete que se levanta en el centro. Uno penetra y le enseñan el relieve, la
huella de la última pisada de Jesús. ¿Pero no habíamos aprendido que el cuerpo
resucitado no estaba sometido a las leyes físicas, la gravedad entre ellas? ¿de
donde sale el peso que marcó el relieve en la roca?. Fomentando estas
historietas, reducimos nuestra religión a cuentos infantiles.
La Ascensión es un misterio que nos debe alegrar, si lo consideramos en el
ámbito del misterio, no de la topografía. Jesús esta a nuestro alcance, no es
preciso desplazarse ni pedir turno si queremos encontrarnos con Él. A nosotros
nos toca seguir sus indicaciones: id por todo el mundo… fueron sus últimas
palabras, su última recomendación. Mis queridos jóvenes lectores, la última
conversación que mantuve con mi padre, pocas
horas antes de entrar en coma, fueron sobre como quería él que yo fuera
sacerdote, no las he olvidado nunca y he tratado siempre de serle fiel. Con
mucha más razón trato de serlo, y deseo que vosotros lo seáis, a las de Jesús.
Tenemos la ventaja los de hoy, que antes no ocurría así, que Internet nos
permite a todos comunicarnos y evangelizar. La Red es formidable. Yo puedo ser
viejo y nadie ve mi rostro, ni me pide documentación alguna. Vosotros sois
jóvenes y nadie hará más caso de vosotros porque lo seáis. Seamos consecuentes y
responsables. Pero no olvidéis el refrán: del dicho al hecho hay un gran trecho.
La pereza, el egoísmo, el dedicar el tiempo a tantas cosas de no gran valor,
dificultan poner en práctica estos proyectos. Está muy próximo el día que
celebraremos, que pediremos, que gentilmente el Señor está preparando, el
generoso don de su Espíritu. Pentecostés está a punto de llegar, esperad
ansiosos y esperanzados su venida, convencidos de que si dejáis actuar al
Enviado, podréis hacer maravillas y gozar de felicidad.