XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 10, 1-12, 17-20: Fermento revolucionarioAutor: Padre Pedrojosé Ynaraja
Genial parecía el reclamo de aquel que estimulaba a unirse
todos los proletarios del mundo para conseguir la igualdad de clases sociales,
oprimidas las bajas, los pobres, por el capitalismo. Subversiva era la consigna,
pero, según dicen, el día que el obrero consiguió un estatus mejorado, se hizo
conservador. Proclamó posteriormente otro, que el fermento revolucionario estaba
en los jóvenes estudiantes, más libres de ataduras. Algo de ello había en el
mayo francés de 1968. Vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no lo habréis
vivido, evidentemente, pero tal vez sabréis algo. Ahora bien, las becas, los
intercambios escolares, la facilidad de conocerlo casi todo acudiendo a
internet, ha quitado garra a la juventud. Y no creo que la razón de que se
sienta fracasada, desilusionada y hasta asqueada, resida en haberse dejado
esclavizar por la droga. Quizá sea esta, consecuencia del gran desánimo en que
cayó, al constatar que muchos de sus líderes, huían de los principios que habían
defendido públicamente. Fenómeno que no podemos ignorar. Pero limitándonos al
ahora, pienso que perjudica a una juventud muy joven, valga la redundancia, la
actitud de muchos padres y educadores.
El ímpetu que se siente, o el ensueño que arrebata a la totalidad de un joven
idealista, se puede ahogar, ofreciéndole entretenimientos electrónicos que tanto
abundan. O, si se puede, regalándole un coche. Paso a otro campo, que es el mío.
Cuantas veces se dice: los jóvenes de hoy en día no están para misas, ni largas
ni cortas. Ni siquiera para leer lo que tú escribes. Deberías limitarte a unas
pocas líneas, de muy poco contenido. No te esfuerces, de lo que tú digas,
captarán muy poca cosa. Si quieres verlos contentos, ofréceles conciertos de
conjuntos que estén de moda. Si logras que se reúnan, organiza juegos de ciudad,
para que la descubran y se interesen por no ensuciar ni contaminar los ríos. La
liturgia no la entienden, ni la aprecian, pasan olímpicamente de ella. Si no se
puede prescindir, amenízala con “guitarreiros” que canten y entretengan.
Procura, eso sí, que se sientan acogidos y que se crean que son muchos, aunque
proporcionalmente no sean tantos y estén carentes de iniciativas y coraje. No
quieras lograr algo más, que la colaboración transitoria en alguna ONG, eso será
suficiente. Eso me dicen, gente bien pensante.
Os creen incapaces, mis queridos jóvenes lectores, del heroísmo, del sacrificio.
Os tratan como a perritos falderos, a los que se les da un bocado para que no
molesten.
Sé que he sido muy duro al juzgar a los que dirigen vuestro entorno, a lo que
añadiré, para más inri, que aprovechándose de vosotros, muchos se enriquecen. Os
toca ahora estudiar la situación y ver si es verdad. Por mi parte, no pretendo
desanimaros. Quiero que sepáis cual es el proceder del Señor, qué piensa y qué
espera de vosotros. En primer lugar se os confía. Os muestra la realidad, que Él
conoce mucho mejor que vosotros, sumergidos como estáis en ella. La historia ha
dado muchas vueltas y ha pasado por muchos paisajes. Por diferentes que sean,
tienen mucho en común. Él los ha conocido y conoce todos.
Cuando residió el Maestro física e históricamente en la tierra, la gente que le
rodeaba se veía envuelta en intrigas de grupos de presión (fariseos, saduceos,
zelotas, etc.). La situación política propiciaba arrimarse a los influyentes, la
alta jerarquía del Templo, o a los pudientes: los constructores de nuevas
ciudades: Séforis, Tibérias, etc. Muchos pasaban hambre, pocos tenían
posibilidad de estudiar. Jesús no se lo oculta a los que le acompañan. Pese al
pequeño número de los que le acompañan y a lo heterogéneo de su composición,
confía en ellos, no les oculta sus planes, no pretende que sean sus criados, los
eleva a la categoría de colaboradores.
La labor es ingente, no os desaniméis, les dice. Buscad, en todo caso, vosotros
mismos, compañeros que colaboren. No sabían ellos casi nada de los planes de
Jesús y se atreve a encomendarles la misión de ser los que lo anuncien. Este
comportamiento lo juzgaran muchos imprudente.
Cuando leáis el fragmento de la misa de hoy, es preciso que sepáis traducir su
lenguaje. No se siembra ni se siega a mano el trigo hoy. No podemos creer que la
suplica a la que nos invita es a rogar al amo de la mies que envíe maquinaria de
última generación. Debemos pasear por los barrios marginales, llámeseles
banlieue, favelas o ciudades dormitorio. Respirar su ambiente. Sentir entonces
la misma sensación que tendrían aquellos 72 discípulos, mientras se desplazaban
por la baja Galilea o, posteriormente, Pedro y Pablo, cuando recorrían las
calles de Roma. Yo, como vosotros, no soy ajeno a la dificultad que implica la
evangelización hoy, por eso, para recobrar ánimos, cuando voy a Roma, y hace
pocos días he tenido la oportunidad de estar, me gusta desplazarme por lo que
queda de aquel tiempo, meterme en la piel de los primeros cristianos y caminar
por sus veredas o atravesar algún puente que aun queda de entonces y que con
seguridad ellos o sus compañeros, decepcionados a veces, ilusionados otras, pero
siempre con el firme propósito de confiar en las proposiciones que hace el
Señor, recorrieron.
Viajar sin tener asegurado el alojamiento en hoteles, confiando en la bondad de
los que podamos encontrarnos, temiendo la indiferencia de algunos y su reproche,
teniendo en la mente como única moneda la plegaria: Señor, quisiera ser recibido
en su casa, como yo recibo en la mía. Estando dispuestos a dormir, si es
preciso, en un descampado, en un pajar o en la cuneta de una carretera
secundaria. (Para viajar, son necesarias dos cosas: un smoking y un saco de
dormir, decía Guy de Larigaudie). Sufriendo humillaciones o recibiendo regalos
de desconocidos, que se comportan benévolamente, por el solo hecho de haber
llamado a su casa. Pasar por tales trances, os lo cuento por experiencia propia,
de tiempos de juventud y de los actuales, es la más maravillosa aventura que se
pueda experimentar.
Cuando uno cumple, cuando acaba la etapa, puede contar los prodigios que ha
vivido, como hicieron aquellos primeros amigos. Dejadme que os diga, que un día
pasé por un trance semejante a lo que cuenta el fragmento de hoy. Fue cuando
sentí en mi dedo un pinchazo y sacudí la mano. Vi que acababa de tratar de
picarme un escorpión, pero que no había conseguido hacerlo. Me alegré mucho, se
cumplía en mí, al pie de la letra, aunque en pequeña medida, no merezco otra
cosa, lo que el Señor había anunciado.
Pasó K.Marx y Erich Fromm, que en su tiempo entusiasmaron, personajes que os
mencionaba al principio y de los que seguramente vosotros, mis queridos jóvenes
lectores, sabéis muy poco. Continua siendo actual el Evangelio, que da sentido,
que empuja a muchos a la gran aventura de la vida. Por pesados que parezcan los
planes de Jesús, todavía interesan y muchos nos sentimos satisfechos de haber
colaborado, confiando que nuestra gran suerte es que estemos inscritos en el
Cielo, es decir, tengamos sitio reservado en el Reino del Señor, para la gran
fiesta eterna.