XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 14, 1. 7-14:
Hospitalidad

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Si un día vais, mis queridos jóvenes lectores, a la famosa ciudad de Petra, en el reino de Jordania, no os limitéis a recorrer los fresados caminos por los que se desplazan tantos turistas. No ignoro que son impresionantes las edificaciones, fruto de los grandes cinceles que descomponiendo las rocas, rompiéndolas a pedazos sin disponer de la maquinaria que hoy poseemos, nos permiten ver estas impresionantes edificaciones. No os digo que las despreciéis, pero sí que no os contentéis mirándolas. Por aquellos valles hasta hace poco, vivían beduinos, descendientes del pueblo nabateo y de otras culturas que también han dejado su huella. A mi lo que me ha gustado visitar las dos veces que he ido, ha sido un “templo” cananeo, situado a algo más de media hora de empinada subida. Los dos monolitos, divinidades masculina y femenina, también del mismo bloque que forma la montaña y el grandioso altar de ella sacado, nos hablan en silencio del gran respeto y del sentido de la grandiosidad que tenían de lo sagrado, los que lo hicieron. Hay otros por aquellas tierras. Algunos están también en elevados lugares, estoy pensando en Dan, próximo a las fuentes del Jordán. Estaba muy presente en la memoria del israelita la montaña del Sinaí, lugar donde al pueblo se le dio la Ley, se encontró a sí mismo, reconociéndose como pueblo escogido y descubrió el sentido que debía dar a su historia. Ahora bien, lo que la gente conocía mejor era el de Jerusalén, también elevado y de grandiosas proporciones. Pues bien, el autor de la Carta a los Hebreos, de la que leemos este domingo un fragmento, recuerda a los primeros destinatarios y a nosotros, que se nos ha dado la posibilidad de acercarnos y situarnos dentro de algo superior, la Jerusalén celestial, lugar de encuentro con los justos y con el mismo mediador de la nueva alianza: Jesús.


Podrán los cambios climáticos alterar nuestro estado de ánimo, pero nuestras convicciones deben mantenernos en Esperanza, es el mensaje de optimismo que se desprende de la Carta a los Hebreos. Nunca debemos olvidar estas realidades, por ocultas que estén a las mentes de hoy. Que no porque no aparezcan en las noticias de nuestros medios de difusión de hoy, dejan de existir.


Me he referido en otras ocasiones a la hospitalidad. La entendemos siempre como una actitud de acogida, la respuesta generosa a la manifestación de una necesidad. Pero hay algo más positivo, algo mejor, es el adelantarse y ofrecer, cosa que cualquier persona agradece. Cuando hablamos de hospitalidad nos referimos casi siempre a aquellos que acogen en su domicilio a gente que carece de él y no nos equivocamos. Pero este sentido no es único. El que invita se adelanta. El invitado que acude, en principio, lo hace como una muestra de satisfacción por la distinción que con él han tenido.


Convidar es un gesto de humanidad, ningún animal es capaz de hacerlo.


Acudir a una recepción es una forma de incorporarse a la comunidad. Escoger un lugar es manifestación de cómo nos consideramos a nosotros mismos. Y algunos se apresuran en cualquier ocasión que se presente en colocarse cerca del que es importante, en salir en la foto cerca de él. Se quieren acaparar trofeos, de la clase que sea, para satisfacer el orgullo, o simplemente la vanidad. Observaréis que si un autor pretencioso, o un artista, no ha podido lograr un premio, para presumir, se anuncia: nominado para… o finalista de… Recuerdo una viñeta cómica vista hace muchísimos años. Un hombre había logrado ser jefe en su ámbito y se encargó de inmediato una gorra que lucía en grandes letras la palabra JEFE, con mayúsculas. Se molestaron los compañeros, pues en la empresa nadie llevaba signos distintivos y lo echaron del despacho. Al día siguiente llegó con una nueva gorra donde ponía: ex-jefe. La cosa era figurar.


(os he puesto este ejemplo ya que, por lo menos en mi entorno y por lo que me explican, en los banquetes de bodas ya de antemano un letrerito dice que lugar debe ocupar cada comensal)


La segunda parte de la enseñanza del Maestro, con pequeño retoque a la figura, sí que os interroga. Pienso yo que os diría, mis queridos jóvenes lectores, cuando organices una fiesta de cumpleaños, o de fin de carrera, no te limites a tus más íntimos amigos, invita a los olvidados, a los que tal vez últimamente se han incorporado al curso o que ocasionalmente han acudido como simples compañeros y nadie les ha hecho caso, a aquel hijo de emigrante que le toca volver a su lugar de origen y no volverás a ver, a aquel o aquella que venido de lejos, ni siquiera ha aprendido a expresarse ya que desconoce la lengua, a aquel o aquella que ni es atractivo, ni molesta su apariencia, pero que todos ignoran. Deja tu cámara fotográfica a quien no tiene y arriésgate a enseñarle el funcionamiento y que la use. Si eres rico y tienes piscina, invita a bañarse al que tal vez no pueda ir a otra, pues, hasta vive realquilado. Piensa en los olvidados o ignorados, en los que nunca te invitaron a ti, en aquellos que ni siquiera sabes donde viven, ni conoces su nombre con exactitud. Serás así fiel a las enseñanzas del Señor y además, “dentro” de este invitado anónimo, está Cristo, no lo olvides.