Solemnidad, Todos los Santos
San Mateo 5, 1-12A: Festividad de todos los campeonesAutor: Padre Pedrojosé Ynaraja
No he visitado ningún local de
equipo deportivo profesional, pero sé que en las vitrinas de los espacios
preferentes, se exhiben los trofeos ganados, con los detalles del equipo y el
año correspondiente que lo consiguió. Sí que he estado en domicilios
particulares de campeones. Mis amigos se sienten satisfechos de enseñarme copas
o medallas y yo de estar invitado a la intimidad de su casa. Me parece, mis
queridos jóvenes lectores, que todos estaréis de acuerdo con ello.
Entre nosotros y ahora, hablo de la Península en los inicios del siglo XXI, el
deporte que está en auge es el futbol (no olvido el tenis y los derivados de los
vehículos a motor) pero no siempre fue así, ni lo es en todas partes. En el País
Vasco gozará de prestigio un buen pelotari y en los EEUU un jugador de béisbol.
¿Existe un podio válido para que aspiren a ocuparlo toda clase de personas?
¿Existe un podio que pueda ser admirado quien a el se encarame, por todos los
espectadores del mundo? ¿En que consisten los trofeos que se otorgan y de que
materia están hechos?
Hace años estaba en casa de un compañero de trabajo, carpintero para más señas,
de la construcción como medio de ganarse la vida, y artesano de la madera como
afición. Fuimos pasando por las diversas habitaciones, admiraba yo las vigas,
tanto como los detalles que se lucían en las mesas y repisas. Quedaba una sola
estancia y al abrirla, con orgullo, me dijo: mira, esta es mi mejor obra de
arte. Se trataba de un bebe, evidentemente hijo suyo. Por mucho que me hubieran
gustado las piezas de madera, yo también soy artesano, estuve totalmente de
acuerdo y le felicité.
Cuando uno visita las grandes catedrales góticas que han dado fama a Europa,
observa que en la puerta principal, en la decoración que a su alrededor se ha
esculpido, aparece el tema del Juicio Final. Ciertamente que se ve entre los
diferentes personajes a gente condenada, es divertido observar la ironía de los
artistas al vestirlos de ropajes de categoría, civil, política y eclesiástica,
de cómo representan los tormentos. El caso de Sanguesa me dicen es único, se ve
al apóstol Judas ahorcado.
Lo explicado son detalles casi grotescos, lo que interroga al alma, es la
resurrección de los muertos, que salen de la tumba desnudos, como desnuda
aparecerá la pareja original, Adán y Eva. En el encuentro ante Dios no existe el
engaño del ropaje, del lujo, de las propiedades. En la famosa Capilla Sixtina,
el desnudo humano ante Dios, llega a grandes extremos.
Hoy a los Santos Cristianos los veneramos por lo que fueron e hicieron, no por
lo que poseyeron, ni por lo que ganaron. Debemos hoy sentirnos desnudos ante
Dios, desprendidos de tantas cosas que nos ilusionan, que ambicionamos, que
utilizamos para dominar y deslumbrar. Y examinarnos de Fe, Esperanza y Caridad.
Con estas virtudes podremos entrar en el Reino de los Cielos. Si no sabéis como
se entrena uno para llegar a la meta, hay que asimilar las enseñanzas de Jesús,
las que aparecen en la lectura evangélica de hoy: las bienaventuranzas.
Y vuelvo al principio. El único trofeo que no se oxida y que tiene valor en todo
el mundo, es la santidad. Aunque parezca que no esté de moda… A nuestra
actualidad se le ha concedido un don que no tenían otras épocas. En la dinámica
de la Iglesia, en el reconocimiento oficial de que aquellos cristianos fueron
santos, hay una inmediatez que no la gozaron hace unos siglos. A los reconocidos
como santos, muchos de nosotros tuvimos la oportunidad de conocerlos. Sus
familiares o sus amigos, todavía viven.
Ya os he dicho que no he visitado ningún museo de un club deportivo, y no me
importa un comino. Estoy satisfecho de haber estado en la casita de Teresa de
Lisieux, en la mansión del farmacéutico de S.Feliu Saserra, donde creció Pedro
Almató. Hace muchos años me encontré en Castel Gandolfo con la Madre Teresa de
Calcuta y he pasado muy buenos ratos leyendo los cuadernos escolares, respirando
el ambiente sencillo donde se crió y rezo Josefina Vilaseca, acompañado yo de su
hermana, que la recuerda como si su martirio hubiera ocurrido antes de ayer. Me
contaba un amigo, que el médico que ayudó a su madre a que él naciera, fue el
después sacerdote y reconocido beato Pere Tarres.
El texto del Apocalipsis os puede parecer teatral, no os importe. Desentrañar
sus enseñanzas, es una labor entretenida y, como ocurre cuando alguien acaba un
puzzle, se da cuenta de la belleza de la imagen, que hasta entonces la había
visto fragmentada.
La corta segunda lectura es maravillosa. Tanto como nos preocupa y angustia que
nadie nos entienda, y que nosotros mismos no nos entendamos, resulta que cuando
nos encontremos con el Señor, descubriremos como somos y nos daremos cuenta de
que nos asemejamos a Él. ¡Feliz hallazgo!