XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lc 12,32-48: Dichosos los criados en vela

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Sb 18,6-9: Castigaste a los enemigos y nos honraste
Salmo 32:Dichoso el pueblo que el Señor escogió.
Hb 11,1-2.8-19: La fe, seguridad de lo que se espera
Lc 12,32-48: Dichosos los criados en vela

 

Dichosos los criados que velan

El tema de este decimonoveno domingo del tiempo ordinario es el de la tensión de la vida, estar despiertos. Y como este asunto de la tensión es difícil de analizar, Jesús se refiere a ello con dos o tres parábolas, una la del criado bien dispuesto para cuando venga su señor de la boda. Si le encuentra en vela, el amo se pondrá a servir a los criados. La segunda comparación es la del dueño de casa siempre preparado frente a los posibles ladrones, es la única forma de impedir que le abran un boquete y le roben. Y la tercera imagen es la del administrador fiel, que será digno de gestionar toda la haciendo del dueño. El denominador común a las tres es la de la vigilancia, estar atentos y despiertos en el propio compromiso, para poder cumplir el proyecto y la vocación con la que cada uno se ha comprometido. Estar y ser vigilantes.

Pedro se siente interpelado y pregunta si la parábola vale sólo para ellos, los discípulos más o menos asentados entorno a Jesús o es para todo el mundo. Jesús no responde con un sí ni un no, sino que va enlazando las parábolas para matizar el sentido. Jesús quiere prevenir a sus seguidores para que no pase con ellos lo que sucedió con el pueblo de Israel. De ser el pueblo elegido, paso a ser el pueblo olvidado, porque a quien mucho se le dio, mucho se le exigirá.

Ser llamado a seguir a Jesús es ciertamente una gracia, -no sois vosotros los que me habéis escogido, he sido yo quien os he llamado-, por eso, el compromiso de quien acepta libremente esa llamada debe ser llevado a cabo con mucho cuidado. La llamada es a formar parte del Reino de Dios, para poder extender después ese Reino. Un Reino de promesas y esperanzas espectaculares: riquezas que no se las lleva el viento ni te las arrebata la muerte, bendiciones que duren toda la vida, la vida como un banquete perpetuo, un reino de paz, justicia y amor. Alguno ha definido el Evangelio y este Reino como una utopía inalcanzable. Sin embargo es la promesa de Dios, pero atención, no es una promesa barata, es una oferta para los esforzados, los que se quieran salvar.

La vigilancia que recomienda Jesús y Pedro pregunta si es para todos, es efectivamente para todos, puesto que todos llevamos en el corazón esa aspiración de plenitud. La vigilancia tiene mucho que ver con la esperanza: los criados que esperan la llegada del señor, el señor que espera y está atento para no ser atracado por el ladrón, el administrador que es fiel y espera administrar bien lo encomendado. En realidad todos los hombres vivimos de esperanzas, aunque muchas veces sólo sean expectativas de lo inmediato. En el fondo, todas nuestras crisis son crisis de esperanza.

La recomendación de Jesús no es para momentos extraordinarios, ni es una propuesta voluntarista, ni viene provocado por el temor a que te roben, es un consejo sobre la coherencia de nuestra vida y de nuestros proyectos. Despiertos o dormidos, sanos o enfermos, con ganas o sin ellas, en todo momento hemos de encontrarnos en vela, es decir, atentos a lo que realmente es bueno o malo para mi salud humana y espiritual.

¿No dedicamos demasiado tiempo a nuestras cosas banales y muy poco a descubrir que es lo verdaderamente importante? Pasamos días y años en cosas que llamamos urgentes pero que no lo son tanto. Y lo importante, lo que vale y permanece lo dejamos para mañana. Buscamos y añoramos lo nuevo y cambia nuestra manera de estar en la vida cuando tienes la sensación de que esperas algo.No sabes lo que es, pero tienes la intuición de que vas a recibir algo nuevo. Esta es la vigilancia. ¿Será hoy? ¿Será a través de estas personas con las queme cruzo? La invitación de Jesús a vivir vigilantes es una llamada a la sensatez en la vida cotidiana y, con mucha más razón, a la sensatez en las grandes expectativas

Jesús nos invita a vivir con realismo. Nos pone en guardia frente a los falsos bienes o dioses que seducen el corazón humano. Vivir a la espera de que el Señor vuelva es apostar por el Señor de la Vida. Según el evangelio de este domingo, el presente tiene que estar iluminado y fortalecido por el futuro. Sí, vivir con los pies en la tierra y la mirada en el más allá. Llamados a mostrar la verdadera riqueza, invitados a una gran tarea, los cristianos no podemos ser menos espabilados que los criados, ni que los ladrones, ni que los administradores de esta tierra.

Ser hijos de Dios no es un apellido, no es un añadido, es la profundidad de lo humano, lo que fundamenta y consolida una vida en verdad y en sabiduría. Por eso, si se nos ha invitado a tarea tan grande, tengamos presente la frase final del evangelio: “al que mucho se le confió, más se le exigirá”.