XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lc 14,1.7-14: Quien se enaltece será humillado, y quien se humilla será enaltecido

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Eclo 3,17-18.20.28-29: Dios revela sus secretos a los pequeños
Salmo 67: Preparaste, oh Dios, casa para los pobres.
Hb 12,18-19.22-24a: Os habéis acercado a la ciudad del Dios vivo
Lc 14,1.7-14: Quien se enaltece será humillado, y quien se humilla será enaltecido

Los grandes y los pequeños

Continuamos con los evangelios que relatan el camino de Jesús hacia Jerusalén, es decir hacia su muerte y resurrección. Relatos que son luz acerca de nuestro propio camino por esta vida de la tierra. Es mensaje central del cristianismo, pedagogía de Jesús para enseñarnos a ser cristianos: el camino del amor es costoso, pero el único verdadero, no sólo para salvarse, como decíamos el domingo pasado, sino para ser hombres de verdad. La verdad es teoría, la verdad no es racionalista, la verdad no es terreno reservado a los estudiosos o científicos, ni siquiera a los teólogos, a los que saben dar muchas explicaciones sobre Dios. La verdad del ser humano es que si ama se salva, aunque haya que esforzarse, como la madre que cría a sus hijos para que crezcan y se hagan maduros. Un amor que no me saca de mí mismo y me lleva a los demás, al mundo, a los pájaros, a las estrellas y a los bosques, no es amor, es destrucción y muerte de mí mismo, de los demás y de los bosques de la creación.

Y en este camino por el amor y hacia el amor hay muchas cruces, porque todo pasa por vaciarse de uno mismo, por hacerse pequeño y humilde ante los demás y antes la creación que Dios nos ha dado. El grande y poderoso cree saciarse arrasando bosques y explotando a los demás, cree llenarse con lo que come y engorda, pero está vacío, éste sí que se va vaciando mientras vive.

Las lecturas de este domingo van todas en la misma línea del evangelio; en el libro del Eclesiástico encontramos consejos de sentido común: la conveniencia de proceder siempre con humildad, de hacerse pequeño en las grandezas humanas, de no darse demasiada importancia, como enseñará Jesús, y lo mismo la carta a los Hebreos, que trata de alejarnos de aquel Dios del Antiguo Testamento, que se manifestaba con señales de fuego, nubarrones, tormenta y estruendo, para acercarnos al mediador de la Nueva Alianza, como puente entre la comunidad y Dios. Jesús, camino hacia Jerusalén, es el verdadero camino hacia el Padre y el único sendero por el que hemos caminar los cristianos.

El se ha definido en el evangelio de Juan como camino, verdad y vida, o como camino que lleva a la verdad que es y conduce a la vida. Y la vida florece en plenitud de gozo y alegría cuando tu plan y tu proyecto están para servir a los demás, sin protagonismo, sin deseos de destacar, de medrar, ni de engordar. El amor no engorda, el amor no infla, el amor llena de verdad el corazón.

Y para saber cual es el verdadero camino hacia ese florecimiento de la plenitud gozosa del servicio no tenemos más que escuchar con el corazón el evangelio de este domingo. Jesús cuenta cosas que le pasan en la vida. En esta ocasión le ha invitado a comer uno de los principales fariseos y al colocarse en las mesas, los convidados escogían los primeros puestos. Jesús se fija en la forma de comportarse la gente y piensa, así no habrá más que conflictos y desgracias. Y como a Jesús no le importa decir la verdad ni se sonroja ante nadie, da su opinión. “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro más distinguido que tú; vendrá el que os convidó y te diga: Cede el puesto a éste; y entonces avergonzado irás a ocupar el último lugar”. 

Además de sentido común, Jesús sabiduría divina para explicar cual es el puesto del cristiano en este mundo. El único lugar para ser cristiano es el último puesto, para que no haya últimos, para que no haya quienes estén arriba y abajo. Esta es la utopía que el mundo no entiende y que, en principio, es tan fácil para arreglar el mundo, un mundo de hermanos, igualados por el servicio mutuo.

Sentarse en el último lugar no es humillarse, es llenarse de alegría con la alegría del otro. La humillación viene cuando le dices al otro que tú eres más importante que él y te toca retroceder puestos en el banquete de este mundo y, por supuesto, en el banquete del cielo. De ahí la verdad del refrán cotidiano: el que se enaltece será humillado, y el que se humilla, será enaltecido, refrán cotidiano que nos llega de la sabiduría de Dios. Y no sólo eso, sino que el refrán también se dirige al que organiza las fiestas: cuando organices una comida no llames a tus amigos, o a tus vecinos ricos, porque ellos a su vez tendrán que devolverte la invitación para ser recompensado. Invita mejor a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos, que tu recompensa será la vida de los justos. 

Jesús, en su camino hacia Jerusalén, va al encuentro de quien no tiene, entre los dirigentes de la religiosidad judía, esas ideas para ir a Dios, para ser justo; por eso repite una y otra vez que no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida por muchos.