XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lc 17,5-10: La fe es capaz de lograr maravillas

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Ha 1,2-3;2,2-4: El justo vivirá por su fe
Salmo 94: No endurezcáis vuestro corazón
2Tim 1,6-8.13-14: Reaviva el don que recibiste
Lc 17,5-10: La fe es capaz de lograr maravillas 

El poder de la fe y el servicio

 Dos condiciones fundamentales para ser discípulo de Cristo: la fe en Dios y el servicio desinteresado, es el mensaje que nos propone la Palabra de Dios en este domingo 27º del tiempo ordinario.

Primero, la fe en Dios, que no es otra cosa que Dios en nosotros. ¿Cómo es esto? La fe es Dios en nosotros, y por eso nos hace divinos. Muy sencillo, la fe del hijo en el padre hace que el hijo se identifique con lo que el padre quiere. Esta identificación fue total en Jesús de Nazaret, por eso le confesamos Hijo de Dios. Y este Hijo de Dios es el que nos dice: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería”.

Los apóstoles le piden al Señor que les aumente la fe y Jesús les responde con esta frase tan contundente, hasta las montañas se pueden mover con la fe. Ya sabemos que mover una montaña de sitio es una cosa inútil, y por tanto no se movería, pero sí puede cambiar el corazón de un hombre, que es algo más importante y necesario para construir el Reino de Dios. El poder de la fe es capaz de cambiar el mundo y la vida, como cambió la vida de ciegos y paralíticos en tiempos de Jesús. “Tu fe te ha curado”, decía Jesús a quien le pedía ayuda; no era el poder de Jesús, en cuanto Dios, quien curaba, sino la fe del ciego que movía a Dios para quedar curado. Al menos es esto lo que leemos en el evangelio: “Tu fe te ha curado”. Cuando no hay fe, esperar milagros es tentar a Dios; Jesús mismo lo dice a quien pide milagros: “Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otro milagro que la señal de Jonás” (Lc 11, 29). Jonás fue señal para los ninivitas, para que los de fuera enseñen al pueblo escogido cómo se recibe y se responde a la a la misericordia de Dios.

Esta es la fe con que quiere Jesús adoctrinar a sus discípulos. Aumentar la fe no es añadiendo fórmulas al Credo. La fe cristiana se presenta como una lista de formulas, de verdades en las que hay que creer, pero la fe, del cristiano y del no cristiano, no se apoya en fórmulas o en frases por bonitas que sean, la fe sólo se puede apoyar en personas. La fe del cristiano se apoya en Dios, en la persona de Cristo. Una fórmula no salva, una fórmula no ama, Cristo sí, y es ese amor el que me convoca a hacer sus mismas obras. Con esta fe sí se puede curar, mover montañas y cambiar el mundo

Y ahora viene el segundo tema de las lecturas de este domingo, el de el servicio desinteresado. La conexión de la fe con el servicio la establece el mismo Jesús en el relato del evangelio, porque después de decir, si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera que se plante en el mar y os obedecería, sigue: “Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor…”. Cuando vuelve del campo, se pone a servir a su amo y después comerá y beberá él, y además ha de saber reconocer que no es más que un empleado y que no ha hecho más que lo que le corresponde.

El realismo de ser y vivir como hijos de Dios no es para tener privilegios. Ser cristiano es un privilegio de servicio, no es un privilegio de poder. Si Jesús tenía el poder de hacer milagros era para curar dolencias, para aliviar desgracias, para expulsar los males que atacan a los hijos de Dios. Jesús no usó el poder divino, que venía de su confianza en Dios, para someter al imperio romano, o para cambiar el mundo desde la política o las estructuras religiosas de su tiempo. El poder de Dios para cambiar el mundo bien sabemos los cristianos cómo lo ejerció Jesús: sirviendo, haciéndose uno de tantos, se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.

Es el poder del servicio, es la fuerza del amor, que otorga el poder de transformar corazones. Porque ese grito que escuchamos en la primera lectura: «¿Hasta cuándo, Yahvé, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: «¡Violencia!» sin que tú salves?» La respuesta de Dios es tajante: esperad la salvación que llegará sin fallar. Si tarda, esperad; tened fe y quien no la tenga desfallecerá en el camino. «El justo vivirá por su fe». Por la fe somos salvados, pero por las obras hacemos realidad esta salvación. Las obras no son para “ganarnos el cielo”, eso ya lo hizo Cristo por nosotros, sino para manifestar el gozo y hacer felices a otros porque nos fiamos de Dios.