Santísima Trinidad, Ciclo A
Juan 16, 12-15. «El Espíritu os guiará hasta la verdad plena»

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

«El Espíritu os guiará hasta la verdad plena»

Dios nos quiere asomar hoy al interior de su vida más profunda; nos quiere revelar su genuino modo de ser; nos quiere introducir en el misterio de su intimidad personal. Por ser Dios, es único. Pero no está solo. En sí mismo y desde siempre, Dios es una familia. Siempre fue Padre e Hijo unidos en el mismo Espíritu. Dios es así. Lo sabemos, porque el Hijo se hizo hombre y nos lo reveló; lo creemos, porque el Espíritu nos impulsa a confesarlo. El caso es que Dios siempre hace las cosas a su modo, sin doblez. Por eso, aunque Él sea un misterio inefable, en sus obras deja huella de su verdadera personalidad. Fueron aquellos sabios antiguos de Israel, quienes ya lo pudieron intuir. Estaban habituados a contemplar el mundo como cosa del Dios viviente, que tan personalmente habían palpado en su historia. Pudieron así percibir, en el orden del universo, la impronta de esa Sabiduría íntima, que existe en la misma esencia del que es su Creador. Hoy escuchamos el fruto de su meditación sobre esta Sabiduría, que siempre acompaña a Dios: Así dice la Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres. Sí, la Sabiduría de Dios es un Hijo engendrado desde siempre que hace las delicias de su Padre. Es el arquitecto que estableció el mundo que quería Dios. Ese hogar preparado para los hijos de los hombres, de los que Él se haría hermano. Era la forma de poder jugar y compartir con una multitud de hermanos la felicidad eterna de su familia, para gozo y disfrute de su Padre, Dios.

Sí, la intimidad personal de Dios es un misterio de amor que nos desborda. Pero ha querido revelarlo por su Hijo Jesucristo, porque a vivirlo con Él estamos destinados. Por eso, nos dice hoy a sus discípulos: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará. El Espíritu, hermanos, ese Espíritu del amor entre el Padre y el Hijo es el único que nos puede hacer vivir esta verdad íntima de Dios. Una verdad que supera los límites de la razón humana, pero para la que está hecho el corazón, si se abre al don de lo alto.

Es San Pablo el que también hoy nos lo recuerda: Por Cristo hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Más aún, hasta gloriarnos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce la constancia; la constancia, virtud probada; la virtud, esperanza; y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. No, los cristianos no podemos olvidarnos de la familia a la que pertenecemos, ante todo y para siempre. ¿Te sientes incomprendido, a veces? No te olvides que hay sobre todo un Padre que te comprende y respeta; que está siempre pendiente de ti y de tus cosas, sin soltarte de la mano. ¿Te sientes sólo en ocasiones, sin nadie a quien acudir? No te olvides de ese amigo fiel que, por ser Espíritu y de amor, siempre está en tu corazón, sin querer apartarse de ti. ¿Te sientes cansado de luchar por una mejor y más justa fraternidad entre los hombres? No te olvides que a tu lado está siempre Cristo, de tu parte; ¡y su causa no puede fallar! Más bien, es la única que tiene futuro. Nos lo ha demostrado en sí mismo: le ha costado la cruz, pero ha sido para triunfar sobre todo mal.

Es lo que hoy celebramos.