XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lucas 10, 38-42: «María ha escogido la parte mejor»

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

«María ha escogido la parte mejor»

Abraham era un hombre atento al Señor y a sus promesas. Por eso, sabía detectar su presencia. Cuando aquellos tres hombres misteriosos pasaron junto a su tienda, en seguida corrió a su encuentro y postrándose les invitó: «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo...». La respuesta a su acogida fue la promesa y seguridad de un futuro. Uno de los huéspedes, terminó por asegurarle: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo». Sí, la acogida sincera y gozosa del Señor es siempre lo más importante y fecundo.

También Jesús nos lo advierte hoy, al ser hospedado por Marta y María en su casa de Betania. Se dirige a Jerusalén para consumar su misión y su destino. Hace un alto en el camino para enseñarnos cómo hemos de acogerlo y seguirlo, hasta compartir su futuro. Aprovechará la conducta de aquellas hermanas, que tanto lo querían, para que lo entendamos.

Ese día Marta y María no cabían de alegría al hospedar a Jesús. María, sentada a los pies del Señor escuchaba su palabra. Es la imagen del discípulo atento a las enseñanzas del Maestro; la estampa del que mejor se dispone a seguirle. Y Marta, en cambio, se multiplicaba para dar abasto con el servicio; se afanaba en disponer todo, lo mejor posible, para el Señor. Las dos estaban movidas por un mismo amor; las dos estaban pendientes y querían atenderlo, con todo el corazón. Pero Marta, en un momento, se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. Y, entonces, el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.

El domingo pasado, con la parábola del buen samaritano, el Señor nos advirtió que lo importante es atender al que tiene necesidad. De alguna manera, dejó en mal lugar a los que venían de cumplir su servicio en el Templo pero no supieron ocuparse del que los necesitó. Hoy, el Señor, con la advertencia a Marta, nos dice dónde está lo más importante, la parte mejor para que el servicio no sea inútil; para que nunca nos cansemos de ayudar; para que siempre estemos a punto; para que jamás nos agobiemos, sino que lo hagamos con paz; para que siempre lo realicemos sin desanimarnos con los resultados. De suyo, el servicio pasará y sólo quedará el amor en el que crecimos al realizarlo. Pero ese amor para hacerlo como discípulos del que por todos se entregó, requiere la escucha de su palabra; el amor a su verdad; el encuentro sincero con Él. Por eso María ha escogido la parte que nadie le quitará.

También a nosotros nos puede pasar como a Marta. Y por eso el Señor deja a María en mejor lugar. En un mundo tan rápido y agobiante como el nuestro; en una sociedad donde sólo cuenta la eficacia y la competencia al actuar; en una mentalidad donde sólo se miden los resultados, sin tener en cuenta a la persona que se ha gastado; en una cultura, tantas veces superficial, no viene mal el aviso del Señor a sus discípulos: lo primero no es el hacer sino el saber escuchar; lo importante no son las urgencias que nos acosan por fuera, sino el amor con el que las abordamos. En definitiva, lo primordial no son los objetivos, esos que llaman prioritarios, sino la compenetración con Aquél a quien seguimos. Y entonces, sólo entonces, tendremos garantizado el fruto seguro, aunque los resultados, aparentemente, lo desdigan.

Por eso San Pablo también hoy nos amonesta con su propio ejemplo. Él se alegra de sufrir en su propia carne los esfuerzos por la Iglesia. Pero es en función de anunciar a Cristo, donde, según él, están los recursos de la sabiduría para llegar a la madurez. La misa del domingo es la ocasión privilegiada donde somos acogidos por el Señor en su casa. Sentémonos, como María, a sus pies. Escuchemos con atenta entrega su palabra. Gocemos de su encuentro y su banquete, para salir a nuestros afanes de la semana con futuro. La parte que nadie nos quitará.