VI Domingo de Pascua, Ciclo B
Juan 15, 9-17: "Permaneced en mi amor"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Permaneced en mi amor"

Jesucristo nos habla del amor. Tema éste, hermanos, del que tantas cosas se han dicho y escrito en este mundo. Y se dicen; y se dirán. Tan variadas y diversas. Unas, acertadas; otras totalmente descaminadas.

Y, puesto que es así, será bueno que nosotros, los que nos confesamos discípulos de Jesucristo, oigamos lo que acerca del amor nos dice el Maestro.

"Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor". Hace unos domingos, comentábamos aquella otra frase del Señor, paralela y muy parecida a ésta: "Yo soy el buen Pastor; conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí. Como me conoce el Padre y yo a él" (Jn 10,14-15).

Como el Padre me ha amado... Como me conoce el Padre... Todavía, en el mismo Evangelio de San Juan, podríamos leer otras frases semejantes. Por ejemplo, aquella: "El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Lo que hace él, también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todos lo que hace" (Jn 5,19-20)

¡Qué compenetración ésta! En el conocimiento: el Padre conoce al Hijo y el Hijo conoce así mismo al Padre. En el amor: el Padre ama infinitamente al Hijo; el Hijo se entrega totalmente al Padre en el amor. En la actividad: lo que hace el Padre, eso es lo que hace el Hijo; porque el Padre muestra a su Hijo todo cuanto hace. ¡Qué compenetración! ¡Qué unidad!

Hay una frase conocida, que alguno de los Sumos Pontífices últimos, pensando en el remedio de los males de la Iglesia en nuestros tiempos, solía repetir: "Un mismo pensar, un mismo querer, un mismo obrar". Así ha de ser la unidad de la Iglesia. Hacia ella y por ella debemos trabajar cada día. El amor es en definitiva quien hace la unidad. Y la comunidad por excelencia es la Iglesia de Jesucristo. Él la ha hecho, él la hace y la mantiene en el amor. Porque, a pesar de todas nuestras miserias y divisiones, al derramarse en nosotros su amor, Dios hace que seamos "una sola cosa en Cristo Jesús" (Col 3,11).

El origen del amor que nos une está en el Padre. Allí es donde está la fuente. Acaso de esta fuente es de la que escribía nuestro San Juan de la Cruz: "Qué bien sé yo la fonte, que mana y corre, aunque es de noche. Aquesta eterna fonte está escondida..."

Este es el origen. En esto parece insistir Jesucristo, cuando utiliza esa conjunción, que se repite en sus palabras: "como". "Como el Padre me ha amado..." "Amaos unos a otros como yo os he amado". Este "como", no sólo expresa la semejanza; su alcance es más profundo. Manifiesta la identidad de ese amor, que está en el Padre y en el Hijo, y que Dios ha puesto en nosotros.

Sí; cuando Jesucristo nos habla de esta manera, nos revela que ese mismo amor con que el Padre le ama y con el que él ama a su Padre, está también hecho realidad en nosotros, sus discípulos. Y por eso añade enseguida: "Permaneced en mi amor". Este amor, distinto esencialmente del amor humano es puro don de Dios por Jesucristo. Sin él, ni hubiéramos podido conocerlo como una realidad infinita y trascendente; ni mucho menos hubiéramos podido participar de él. Pero ahora nosotros lo hemos recibido de Dios y se ha encarnado en nosotros. De tal manera que, siendo de Dios, es también mío. Procede de mi libertad. Está personalizado en mi. Es el amor con que Jesucristo me ama, y con el que yo amo a Jesucristo y a todos mis hermanos.

"Permaneced en mi amor". ¡Permanecer! Yo he visto las flores en el rosal. Yo he visto las amapolas en el campo verde. La rosa permanece en el rosal. La amapola descansa en su propio tallo. Si la cortáis, si no permanece, se marchita y muere.

Siempre en la vida cristiana hay por medio una Alianza. Dios ha hecho su pacto con nosotros en la sangre de Jesucristo. Permanecer es ser fieles a esa Alianza. El Señor nos lo explica con toda sencillez: "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor". No hay que calentarse mucho la cabeza. No es necesario filosofar demasiado. Sencillamente: permanecer es cumplir los mandatos del Señor; practicar lo que Jesús nos enseña, hacer la voluntad de Dios.

Quiero terminar con otro verso de San Juan de la Cruz: "Aquesta eterna fonte está escondida en este pan vivo por darnos vida; aunque es de noche". Sí; ahora estamos en la noche. No podemos caminar sino es en la oscuridad de nuestra fe cristiana. Fiados y apoyados solamente en las palabras de Jesucristo. Mas llegará el día. Entonces le contemplaremos, le veremos en su propia luz. Entonces permaneceremos para siempre en el amor.




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