IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Juan 9, 1-41: "Despierta, Cristo te iluminará"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Despierta, Cristo te iluminará"

A mitad de la Cuaresma encontramos el "Domingo del Laetare" o "Domingo del gozo". Como el gozo es inseparable de la luz, podemos llamarle, también, "Domingo de la luz". Ya desde la primera lectura de este día encontramos la luz y el gozo: un desconocido pastorcillo, David, es elegido por Dios para ser el Rey de Israel. Entre líneas se deja entrever que Dios reserva la dignidad real a toda criatura humana introducida, por medio del Bautismo, en un Pueblo de reyes, sacerdotes y profetas. Pero las páginas más luminosa de este día son el Evangelio de Juan y la Carta a los Efesios.

Los primeros cristianos llamaban al bautismo "iluminación", por lo que se denominaban "iluminados" o bautizados. Desde esta perspectiva el evangelio del ciego de nacimiento se convierte en una preciosa catequesis bautismal. Los que todavía no han sido bautizados son como los ciegos que no ven el rostro del Padre celeste, no reconocen en los demás hombres a sus hermanos y hermanas, ni descubren en las criaturas los peldaños de una escalera que te lleva directamente al Dios creador de todas las cosas. Jesús se compadece de estos pobres ciegos y les ilumina con el Sacramento del Bautismo. Y es que los sacramentos son acciones de Jesús, son sus manos que tocan al hombre y lo ensalzan, haciéndole nueva criatura, hijo de Dios y santo.

El ministro del Bautismo, sacerdote o laico, en caso de necesidad, presta sus manos, su voz y sus gestos a Jesús, ya que, como afirma San Agustín: "Es Cristo en persona el que bautiza". Tras haber reconocido una elocuente figura del Bautismo en la curación del ciego de nacimiento, pueden extrañarnos algunos gestos llevados a cabo por el Señor en aquella ocasión. Parece natural que el Señor enviase al ciego a lavarse a la fuente de Siloé, ya que el Bautismo es un lavado exterior como signo eficaz de una purificación interior. Menos natural parece el gesto de hacer un emplasto con la saliva y la tierra para aplicárselo sobre los ojos. Es una alusión clara a la creación del hombre, sacado del fango de la tierra, puesta en relación con el Bautismo, nueva creación, que hace del cristiano nueva criatura.

El ciego tras ser curado es abordado por los fariseos que querían inducirle a declarar que no había sido iluminado o a esconder el evento. Sí, es lo mismo que ocurre hoy con tantos que pretenden que los bautizados olvidemos nuestra condición de tales o que lo escondamos hasta el punto de avergonzarnos de reconocerlo en público. Después, fueron acosados por las preguntas de los fariseos los padres del ciego. El miedo a caer en desgracia y encontrarse con problemas les lleva a refugiarse en la evasiva.

No pudiendo servirse de la familia vuelven a la carga contra el ciego curado; le repiten que Jesús es un pecador y le invitan a narrar de nuevo el milagro. Cansado de que intentasen enfrentarlo con el que le había curado, les preguntó con ironía: "Acaso queréis también vosotros ser sus discípulos". La provocación era excesiva. El ciego es expulsado con palabras de desprecio de la presencia de los fariseos. Algo similar a lo que les ocurre a los bautizados que proclaman con coraje su fidelidad a Cristo. Pero el Señor es siempre bondadoso, y como se presentó al ciego que había curado para premiarlo y darle ánimo, así se hace visible a cada uno de los que defienden y viven la fe recibida en el Bautismo.

San Pablo recuerda hoy a los bautizados de Éfeso que están en la luz del Señor y que se deben comportar como hijos de la luz. Los hijos de la luz son reconocidos por sus obras, que el Apóstol indica con tres palabras: "bondad, justicia y verdad". Santo Tomás de Aquino veía en la bondad el cumplimiento de los deberes hacia uno mismo; en la justicia la observación de los deberes sociales (hoy clamorosamente violados); en la verdad el cumplimiento de las obligaciones religiosas o de la recta relación con Dios. A quién no observa estos deberes, la Carta a los Efesios le alienta hoy así: "Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte y Cristo Jesús te iluminará".