V Domingo de Pascua, Ciclo A
Juan 14, 1-12: "Yo soy el camino y la verdad y la vida"

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

"Yo soy el camino y la verdad y la vida"


El tiempo de Pascua está marcado por la experiencia del Señor resucitado en los sacramentos. El concilio Vaticano II nos recordó que esa experiencia es "la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano" (SC 14). En realidad, los sacramentos -y sobre todo la Misa del Domingo- son los encuentros privilegiados del Señor con su Iglesia y de la Iglesia con su Señor. Y es el mismo Jesús quien nos explica hoy, en su Evangelio, por qué la experiencia de esos encuentros con Él alimenta y sostiene nuestra vida cristiana.

Lo reveló justo al reunirse con sus discípulos en aquella Cena memorable que con ellos quiso celebrar, antes de ser entregado a la muerte. Los quería disponer a lo que se avecinaba. Y, para que no se desmoralizaran, les explicaba así el motivo de su partida: "No perdáis la calma, creed en Dios y creed en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros". Sí, Él vino de Dios, su Padre, para reunir a los hijos que el pecado dispersó; Él nos llegó del seno del Padre para llevarnos a la comunión definitiva con Dios, impedida por la muerte. Y ellos, aquellos discípulos primeros que logró congregar, eran ya el fermento de una nueva fraternidad en torno a Él. Ahora volvía a Dios, a través de su libre entrega a la muerte, para consumar su obra: destruir el poder de la muerte y abrirnos el camino a la casa del Padre, que es el hogar definitivo de los hijos de Dios. Por eso, recién bautizados, se nos impone a los cristianos una vestidura blanca, como signo de que somos ya ciudadanos del cielo. Es el traje festivo como invitados al banquete eterno: ese al que ya desde entonces tenemos derecho, por ser hijos; ese que ensayamos cada domingo, cuando nos congregamos para celebrar el banquete de la Eucaristía. Es así como esa experiencia en torno al altar, de domingo en domingo, alimenta la esperanza cristiana; es así como esos encuentros con el Señor resucitado, en el seno de la Iglesia, sostienen nuestra peregrinación al hogar definitivo, como familia de Dios.

Por eso, el Señor aprovecha que Tomás le pregunte "adónde va", para manifestar a sus discípulos con toda seguridad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí". Sí, Él es el camino, el único y ninguno más, para llegar a esa familiaridad con el Padre Dios, culminada en Él al resucitar. Sí, Él es la verdad, la verdad sobre Dios y su salvación frente a toda otra aproximación, porque en Él se han cumplido ya todas las promesas de su Padre Dios y se ha revelado hasta dónde llega su amor irrevocable por todos los hombres. Sí, Él es la vida, más allá de cualquier otra siempre limitada, porque es el único que ha vencido la muerte y puede vencerla también en nosotros con el vigor de su Espíritu.

Jesús puede, así, decir finalmente a Felipe -y a nosotros hoy también-: "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre... Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí". Es decir, que quien hace experiencia de su Hijo Jesucristo, hace experiencia del Padre que se revela en Él. Es lo que nos permite, de modo privilegiado, el encuentro con el Resucitado en la Misa de cada Domingo, si nos dejamos animar por su Espíritu. El apóstol S. Pedro, nos lo recuerda hoy así: "Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo". Es así como tenemos la posibilidad de renovar y madurar nuestra identidad cristiana, según nos la define el mismo apóstol: "pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y entrar en su luz maravillosa".