II Domingo de Adviento, Ciclo A
Mateo 3,1-12:
Convertíos, porque ya llega su reinado. Ya llega su reinado

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Is 11,1-10: Con equidad, dará sentencia al pobre
Salmo 71: Que en sus días florezca la justicia.
Rm 15,4-9: Cristo salvó a todos los hombres
Mt 3,1-12: Convertíos, porque ya llega su reinado.

Ya llega su reinado

“En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé… sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y de valor, espíritu de piedad y temor del Señor”, así comienza la lectura del profeta Isaías.

Un canto a los sueños del hombre de bien. Permanecen estos deseos en el hombre de hoy, como situación paradisíaca en las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza. La esperanza humana cuando es verdaderamente humana, es decir, cuando es una esperanza a favor del hombre, le engrandece, le fortalece, le da futuro y fuerzas para afrontarlo. La esperanza, podríamos decir los cristianos, es lo que une nuestra condición humana, débil y peregrina, indigente y necesitada, con Dios. Cuando estemos en Dios no necesitaremos ni la fe ni la esperanza, dice San Pablo. La esperanza es el camino de nuestra divinización, de nuestra unión con Dios.

Esta es la fe cristiana, inaugurada por Cristo en la historia humana, pero que venía de lejos como aspiración del profeta Isaías, o en el salmo que cantaremos en este segundo domingo de adviento: “Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente”. La esperanza fue fomentada en Israel con imágenes de justicia y de concordia universales, que alcanzaban todo el ámbito de lo creado, los montes, las nubes, el mar, las aves, y el lobo y el cordero. Así lo expresa Isaías: “Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito... Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento del Señor,como las aguas colman el mar”. Un paisaje que ni los más osados ecologistas se atreven a imaginar.

Bien, pues este es el reinado del retoño que brotará del tronco de Jesé, queridos amigos de Radio Vaticano, el reinado que anuncia Jesús de Nazaret para quien acepta su evangelio. Tener tanta esperaza nos cuesta a los hombres. ¿Y saben cuál es la razón de ello? Que nos fiamos más de nosotros mismos que de Dios. Esperamos más en las soluciones que nos pueda aportar el dinero, que en la generosidad de Dios. Esperamos más del poder o de los proyectos humanos que de las promesas de Dios. Esperamos más del amor humano que del amor salvador de Cristo en la cruz. Ahí radica el fracaso de nuestra esperanza.

San Pablo, en la carta que escribe a los primeros cristianos de Roma, les anuncia que en Cristo se han cumplido las promesas de Dios a los patriarcas y abarca ya a los gentiles, a todos los hombres. Esta es su acción evangelizadora, no dejar caer la esperanza. Esta virtud se asienta, según la experiencia del mismo apóstol, en dos pilares fundamentales: la convivencia fraterna y la escucha de la Palabra de Dios consignada en las Escrituras. Es sugerente y consolador este mensaje de Pablo para nosotros hoy: rezar juntos, pedir juntos, leer y comentar juntos la Palabra de Dios. No es raro encontrar familias que tienen la Biblia en su casa, tal vez sea más raro que la lean juntos, pero quien hace esto y escucha con docilidad encuentra el consuelo en tantos momentos difíciles de la vida.

La esperanza del Adviento la formula Juan Bautista en el evangelio de Mateo: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”. No llegará la paz idílica que anunciaba Isaías si nosotros no estamos dispuestos a dejarla llegar. Los enfrentamientos, las discriminaciones, los odios, el negocio de la guerra, la ambición, tendrán que desaparecer ante la presencia del Mesías. Los cambios son dolorosos y problemáticos; sin embargo, difícil no es sinónimo de imposible. Si en cada corazón se cultiva esa semilla de la Palabra se alimentará el deseo del cambio, y la aspiración y el compromiso por un mundo nuevo y mejor se harán tarea cotidiana en la sencillez de mi profesión, de mi trabajo. La misión y la tarea del Mesías comenzarán a tomar forma. La propuesta del Adviento se hará realidad: dar la vuelta a nuestro modo de pensar y de vivir. Este será el fruto: Ya llega su reinado, a punta de esfuerzo personal y común, a punta de esperanza activa.