XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 9, 36-10,8:
Llamó y envió a los discípulos

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Ex 19,2-6ª: Serán una nación santa
Salmo 99: Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
Rm 5,6-11: Seremos salvos por su vida
Mt 9,36 - 10,8: Llamó y envió a los discípulos

Llamando a sus doce discípulos, los envió

La convocatoria y elección por parte de Jesús de los doce discípulos a los que el evangelista llama «apóstoles», esto es, enviados, tiene su sentido en las primeras palabras del evangelio de este Domingo: “al ver Jesús a las gentes…, extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor…, dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.".

He aquí el objetivo y el interés de Jesús en la convocatoria: las gentes extenuadas y abandonadas, las personas, y de las personas los más débiles, los abandonados, los que no cuentan, los más necesitados. Son estos los preferidos de Dios, los hijos a quien nadie atiende porque importan poco. Es la motivación central para escoger discípulos. Jesús ha sido enviado y a su vez envía a otros siempre por encargo del Padre.

Mucho tendrá que trabajar Jesús hasta hacerles comprender y poner en práctica su mensaje de amor, de renuncia a los privilegios y al poder, su doctrina de servicio hasta la muerte. Nosotros, tal vez, hubiéramos elegido otros colaboradores mejor preparados, ya mentalizados para llevar adelante la tarea de expulsar espíritus inmundos, esto es, de liberar a la gente de las ideologías opresoras y de curar todos los males del cuerpo y del alma.

El evangelista Lucas, cuando narra este mismo pasaje del evangelio dice que les recomendó no llevar nada para el camino: “ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Si tomáramos al pie de la letra esta recomendación de Jesús a los que quieren seguirle, hoy no tendría ni un solo discípulo. Primero ponerse en camino, dejar todo y seguirle, sin alforja y sin dinero. Y en segundo lugar, sin saber a dónde hay que ir, o cuál es el futuro que nos depara el Señor.

La misión de los doce reproduce algunos de los rasgos de la misión de Jesús. Lo primero es hablar con autoridad y no como lo hacían los escribas. Esto quería decir que el anuncio de los apóstoles estaba respaldado por el testimonio. Muchas veces, una acción significativa en favor de los marginados era la primera palabra para el anuncio del evangelio.

Lo segundo, era una lucha radical contra el demonio. “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios”.No se trataba únicamente de expulsar esa figura mitológica del mal, como si se tratara de un dios menor y malvado, sino también de los demonios que nos esclavizan en la vida cotidiana, poder, dinero y sexo, y de las ideas funestas y opresoras que se apoderan de los débiles.

Los discípulos debían restablecer los verdaderos fundamentos de una relación sana con el prójimo y con Dios. Debían animar a las personas para que rompieran con la cadena de la explotación y para que vieran a Dios como un Padre amoroso y no como un eterno castigador. El mundo vive horas atribuladas y necesita de mensajeros del Evangelio, de testimonios y de personas que indiquen el camino hacia la vía de la abundancia. Estas palabras del Papa Benedicto XVI a los sacerdotes en Alemania iluminan el encargo de Jesús a sus primeros discípulos:

La mies es grande, dice el Señor, y si dice que es grande, no se refiere sólo al momento en el que él estaba en la tierra de Palestina, la mies es grande también hoy. Esto quiere decir: en los corazones de los hombres crece mies. Esto quiere decir todavía que los hombres siguen esperando a Dios, necesitan a Dios, que es esperar un amor que lleva más allá del momento concreto, a lo eterno, y que nos envuelve.

Y por fin se trata de un trabajo que no exige ni pide recompensa alguna: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.” El verdadero signo de credibilidad del evangelio, de la buena noticia, es que no hay más interés que el de la ayuda al necesitado porque Dios le quiere. San Pablo dirá esto con toda claridad: mi recompensa al trabajo y a la lucha por desterrar el mal del mundo es el gozo del anuncio, es la cercanía a Jesús. Este es el signo verdadero de que el reino de los cielos está cerca.