XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 13,44-52: El reino se parece a un tesoro escondido. ¿Cuál es el tesoro de tu vida?

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Re 3, 5.7-12: Pediste discernimiento, te lo concedo
Salmo responsorial 118: ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Rm 8,28-30: Predestinados a ser imagen del Hijo
Mt 13,44-52: El reino se parece a un tesoro escondido

¿Cuál es el tesoro de tu vida?

Si uno se pregunta sinceramente qué es lo que considera más valioso en su vida, o lo que más le apetecería conseguir y se lo cuenta a un amigo, de alguna forma se ha confesado, ha manifestado el secreto de su corazón. Si yo le digo, mi máxima ilusión es hacer un viaje por el Caribe, o ganar mucho dinero, o, ¿por qué no?, conseguir que mi matrimonio vaya bien y tener una vida pacífica y gozosa con mi mujer y mis hijos, o también, dedicar mi vida a los demás en una ONG o como sacerdote o religiosa, mi pasión es la gente necesitada…, con cualquiera de estos ideales mi amigo habrá entendido cual es mi catadura, mi grandeza o pequeñez de alma.

El ideal que tenga me define, y cuanto más grande sea ese ideal más nivel de humanidad alcanzará mi persona. Y cuanto más convencido esté de que ese ideal es válido para realizarme por dentro, para ser una persona centrada y liberada de otras ataduras mezquinas, tanto más tendré ese ideal como un secreto, como mi secreto para ser yo mismo y para ser feliz.

Pues bien, esta conclusión de nuestra experiencia común es la que propone Jesús con lenguaje más accesible y simpático al hablar en parábolas. El Reino de los Cielos es el mayor tesoro, es el Reino de la concordia y de la paz entre todos los hombres, es el Reino del amor entre los hombres hermanos unos de otros, es el Reino de la verdad y de la justicia, donde el pequeño y el grande no se pelean por las diferencias, sino que pactan según las necesidades de cada uno.

El Reino de los cielos es la mayor aspiración y el mayor deseo de Jesús como enviado del Padre; y al ser su mayor aspiración es el mayor tesoro oculto que quiere revelarnos, y lo hace por medio de tres o cuatro parábolas a cuál más sencilla, pero de sabiduría profunda.

La primera es la del hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo, vende todo lo que tiene y se compra ese campo. La segunda es parecida, pero esta vez es el negociante de perlas, encuentra la más valiosa y las más preciosa que pueda haber y vende todas para comprar esa. O la parábola de la red que recoge peces buenos y malos; nos quedaremos sólo con los buenos lógicamente, y por fin la conclusión: el verdadero sabio respeto al mayor tesoro, que es el Reino de los cielos, es como el padre de familia que saca de su arcano lo nuevo y la viejo.

La pregunta que nos deja Jesús en el Evangelio de este Domingo 17 del Tiempo Ordinario, es por nuestro tesoro, por aquello que consideramos lo más valioso y por lo que vale la pena hasta dar la vida. La pregunta no es de esas que se quedan en mero acertijo, ni es una pregunta para responderla a la ligera, para quedar bien, como buen cristiano, que sabe que lo más importante de su fe y de su vida es el Reino de los cielos, pero después se comporta como si le diera igual el Reino de los cielos que un viaje al Caribe.

La preguntapor mi tesoro es muy seria y no es para responderla en un día de devoción o de euforia, sino todos los días de la vida. La opción por el Reino es una opción de fe, de un modo de ser y de estar en el mundo, es una opción de seguimiento de Jesús, aunque sea de lejos, aunque sea a trancas y barrancas, pero seguimiento. Y lo que parece tan sencillo es, para lo que nos llamamos cristianos, el Reino, la Utopía de una nueva humanidad.

Ese tesoro y ese secreto tiene todavía una sorpresa: no somos nosotros los realizadores de la Utopía del Reino, se vendría abajo como todos los contruidos por hombres, es Dios mismo su autor, y nos lo garanatiza la Resurrección de Jesús. Es la fiesta del domingo, el día en que la luz venció a la tiniebla, el amor al odio y la vida a la muerte. El tesoro escondido en el campo es el tesoro de la fe.