XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 15,21-28: Mujer, que grande es tu fe. La fe de una pagana

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Is 56,1.6-7: Guarden el derecho, practiquen la justicia
Salmo 66: Oh Dios, que todos los pueblos te alaben
Rm 11,13-15.29-32: La llamada de Dios es irrevocable
Mt 15,21-28: Mujer, que grande es tu fe

La fe de una pagana

Después de la experiencia del exilio, las enseñanzas del profeta Isaías se abren a los valores de la universalidad y el ecumenismo en la religión de Israel. Han comprendido el peligro que subyace al nacionalismo exacerbado. La unidad étnica, cultural e ideológica de un pueblo no le da derecho a despreciar a los demás, sino que descubren las potencialidades de la apertura a los demás y el esfuerzo en común. El nuevo Templo debería ser símbolo de una institución que animara los procesos de integración universal. El Templo, como casa de Dios, debía estar abierto a los creyentes en el Dios de la Justicia y el Amor, cuya religión se inspira en el respeto por los más débiles y en la defensa de los excluidos.

Sin embargo, esta propuesta no tuvo casi resonancia alguna y se convirtió en un sueño, en una esperanza para el futuro. Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo proclama a voz en cuello «mi casa será casa de oración», reivindica la sacralidad del espacio, y al derribar las mesas de los mercaderes quiere devolver al Templo su función de apertura a todo creyente. En ese contexto de ruptura con la decadencia del Templo y con la élite que lo manipulaba se enmarca el episodio de la mujer cananea.

El encuentro con la mujer cananea, va a transformar los esquemas con los que Jesús interpretaba su propia misión. Los que contemplan la escena le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.»

La respuesta a Jesús le sorprende, porque aunque su acción estaba dirigida a las ovejas perdidas de Israel, las expresiones de fe de los extraños superaban con creces las de su pueblo, incluso las de sus propios discípulos.

La súplica de esta mujer extranjera, es decir, marginada doblemente, por ser mujer y por ser extrajera, es capaz no sólo de arrancar un milagro de la fuerza de Jesús, sino que hasta le hace cambiar de idea respecto a la misión del mismo Jesús. Ha sido una mujer quien le ha hecho ver que su misión de enviado por Dios, no es sólo para los elegidos del pueblo de Israel, sino para los descarriados paganos de cualquier país o condición.

Jesús lo dice abiertamente: He sido enviado sólo a sanar a los pecadores de mi pueblo, y no está bien malgastar el tiempo dando el pan de los hijos a los perros. Una mujer, lo femenino, es quien ayuda a Jesús a comprender la voluntad de Dios, Padre de todos los hombres. Es fuerte decirlo así de claro, pero Dios se sirvió de una mujer para que Jesús creciera en edad y en sabiduría. El aprendió que aunque la misión comienza por casa, no puede excluir a aquellos auténticos creyentes en el Dios de la Justicia y el Derecho. Por esta razón, su palabra abandona la pedantería del discurso nacionalista y se acoge a la acción salvadora y universal del Dios de la Vida.

Ha sido una mujer, la que menos credibilidad tenía en la sociedad de aquel tiempo. Pero es que justamente Jesús no se fija en las normas y valores convencionales, sino en los del corazón. Jesús mira en el interior de las personas, y en el interior de esta mujer extranjera encuentra lo más preciado para Dios: la fe. Esta mujer, que no es israelita, se fía de Dios, y esto es lo que la hace hija de Dios.

San Pablo, en la segunda lectura de este vigésimo domingo del Tiempo Ordinario, ofrece el mismo mensaje. Pablo sufría la resistencia de los israelitas, que no aceptaban a Jesús como Mesías, y así es como se dirige a los gentiles: vosotros sois los destinatarios de la salvación, una vez que los israelitas la han rechazado. El Plan de Dios se cumplirá, pero de forma diferente, gracias a la fe de los paganos. El Templo y la tradición han sido rechazados por el pueblo elegido, los han usado con otros fines y esto hace que Dios traiga su salvación por caminos inesperados.

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