XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mt 20,1-16: Los últimos serán los primeros.

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

 

Is 55,6-9: Mis planes no son los suyos
Salmo 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Flp 1,20c-24.27a: Para mí la vida es Cristo
Mt 20,1-16: Los últimos serán los primeros

Los últimos serán los primeros

Mis planes, mis proyectos, no son vuestros proyectos, nos dice el Señor por boca de Isaías, en este vigésimo quinto domingo del tiempo ordinario. Sabemos cuáles son los planes y proyectos de los hombres: salud, dinero y amor; poder, posesión y ser admirados; riquezas, vano honor y soberbia. Son las palabras comunes que nos definen a los hombres, estén en altos cargos de responsabilidad o sean unos simples mandados. Y además es una constante en la historia, estas cosas no son exclusivas de nuestro tiempo.

Ya en tiempos de Isaías recomendaba el profeta “Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él”. Pues no han valido de mucho las palabras del profeta, porque los hombres vamos por unos caminos que nos siguen llevando a la perdición y no nos corregimos. La guerra es fruto de la ambición y del poder, y mueren inocentes entre gritos de protesta farisea, porque si yo estuviera en el poder sería igual de ambicioso. Ahora hablamos mucho de violencia de género y ponemos el grito en el cielo cuando se maltrata a una mujer o cuando hay víctimas de abusos sexuales, pero el aborto y la eutanasia, se aceptan como formas de muerte civilizada, y hacemos leyes para matar a niños que estaban por nacer o ancianos que molestan.

La hipocresía de nuestra civilización no acepta más que el camino y el proyecto de la comodidad, y los caminos de Dios dicen los laicistas de nuestro tiempo, que los guarden en la sacristía. La religión y la ética son cosas de curas y no los deben imponer en la sociedad. Y ya puede seguir diciendo Isaías o cualquier hombre de juicio que los caminos de los hombres se están alejando de los caminos de Dios. No obstante, y gracias a Dios, los profetas nunca van a faltar, porque el mundo los necesita y Dios existe. “Cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros”, Y este Dios providente no va a permitir que el mundo se le vaya de las manos, es Dios y es Padre.

¿Saben ustedes cuál es el problema de los hombres que buscan la guerra y la muerte de los niños por nacer? Que no quieren tener a nadie por encima que le dicte normas ni que le imponga caminos, quieren ser los primeros en controlar el mundo y que nadie les prive del bienestar. No aceptan los caminos de Dios. Han confundido la idea del poeta: “Caminante no hay camino…” con el caminar sin norte. Es verdad que el camino se hace al andar, pero el caminante serio suele ser inteligente. Y los hombres de hoy parece que hemos perdido el juicio. “Cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros”.

Ir el primero por la vida, sin norte, ni Dios que oriente los pasos. Desplazar al que me pueda hacer sombra, suprimir al que moleste, anular al que quiera ponerse delante de mí como guía. Son los caminos de los hombres, nacidos de la soberbia, el poder y la comodidad como los nuevos dioses que nos pueden salvar. Y quién y cómo deben ser esos dioses lo determino yo, el que marcha el primero por la vida.

El evangelio de hoy, aparentemente, no habla para nada de este comentario que acabamos de hacer. Aparentemente, porque en la parábola de los trabajadores descontentos, los que habían ido a trabajar a primera hora y cobran lo mismo que los últimos incorporados al trabajo, los primeros tienen la forma de pensar de este mundo, el de los méritos y la paga. Si Dios tuviera que utilizar esta forma de pensar, ¿cuántos nos salvaríamos? Lo explica el mismo Jesús cuando unos fariseos se lo preguntan. “¿Señor, son pocos los que se salvan…?, ¡porque nosotros hemos comido y bebido contigo! Y la respuesta: “No os conozco... ¡agentes de injusticia! Y os digo vendrán de oriente y occidente, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”.

Y una cosa más, los malos, los que no quieren seguir los caminos de Dios, no son los ateos, los comilones, las prostitutas… Jesús les está diciendo esto a los piadosos de su tiempo, a los que dicen ¡Señor, Señor!, que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga que tienen en el propio. ¿Cuántos de nosotros hubiéramos reclamado al dueño de la viña la paga que nos corresponde por haber ido a misa, o por haber hecho novenas y haber dado limosna a los pobres? ¡Si hemos sido los primeros en la Iglesia tendremos más derecho a la salvación! No sabemos lo que nos dirá Dios, pero lo que sí sabemos es que si nos salvamos no es por nuestros méritos, sino por la gracia de Dios y los méritos de Cristo, con su muerte y resurrección.

Jesús, con su frase los últimos serán los primeros, está cuestionando esa mentalidad que tanto mal ha hecho a nuestra religiosidad. La salvación es don gratuito de Dios, y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso, no con nuestros esquemas contables interesados.