Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, Maria y Jose
Lc. 2, 22-40: El niño iba creciendo lleno de sabiduría. Crecía en la vida de familia

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)  

 

Ecclo, 3, 33-7. 14-17ª El que teme al Señor honra a sus padres
Sal. 1-2.3.4-5 Dichoso el que teme al Señor
Col. 3, 12-21 La vida de familia vivida en el Señor
Lc. 2, 22-40: El niño iba creciendo lleno de sabiduría

Crecía en la vida de familia

La familia, lugar sagrado para que la existencia del ser humano se construya en la dignidad de hijo de Dios. En la fiesta de la Sagrada Familia, Radio Vaticano se une a la voz del Papa y de la Iglesia universal para proclamar las raíces humanas y divinas de aquella familia de Nazaret y de todas las familias donde se cumple el proyecto amoroso de Dios.

Como todo hombre, Jesús ha asumido la vida familiar como lugar de nacimiento, infancia, adolescencia y juventud. El tiempo justo de preparación del ser humano para realizar la propia vocación: desde la infancia hasta el momento del abandono de la familia. Es una ley de la naturaleza para prepararnos el ejercicio de la libertad personal, para la autonomía individual. Ese tiempo de crecimiento es el soporte básico para el desarrollo de cualquier ser humano. Algo se está quebrando de esta ley de la familia, y el Papa, consciente del gran bien que estamos echando por la borda no cesa de recordarnos: la familia natural es donde se crece y se forma el hombre del futuro.

En el Encuentro Mundial de las Familias de Valencia, España, de hace dos años el Papa lo sintetizaba así:

“Con el don de la vida el ser humano que viene a este mundo recibe todo un patrimonio de experiencia y de sabiduría. Así los padres tienen el derecho y el deber inalienable de transmitirlo a los hijos: educarlos en el descubrimiento de su identidad, iniciarlos en la vida social, en el ejercicio responsable de su libertad moral y de su capacidad de amar a través de la experiencia de ser amados y, sobre todo, en el encuentro con Dios. Los hijos crecen y maduran humanamente en la medida en que acogen con confianza ese patrimonio y esa educación que van asumiendo progresivamente. De este modo son capaces de elaborar una síntesis personal entre lo recibido y lo nuevo, y que cada uno y cada generación está llamada a realizar”.

En el evangelio de este domingo de la Sagrada Familia, José y María han llevado a Jesús al templo para presentarlo al Señor. Y de todo aquel diálogo que tienen con el anciano Simeón y la profetisa Ana nos quedamos con dos mensajes que anticipan los problemas de nuestras familias hoy, en pleno siglo XXI. El primero, que este niño está llamado a ser signo de contradicción, bandera discutida, para poner al descubierto las intenciones de muchos corazones.

Es el difícil y contradictorio mensaje que nos toca anunciar hoy:la familia es el lugar natural, donde el hombre ha nacido por amor y para amar, y prepara el futuro de una nueva humanidad. El lugar donde el hijo se siente amado y los padres gozosos en amar. El lugar donde se siembra fortaleza para los retos de la vida. El lugar de las raíces, donde se crece y se maduran los proyectos del mañana.

Y el segundo mensaje: después se volvierona Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría. La familia, lugar del amor y del sentido de la vida. Lugar que ilumina y pone al descubierto los peligros que amenazan, especialmente a los niños, a los jóvenes, y también a los adultos, a los ancianos, a los enfermos.

La familia de Nazaret no se diferenciaría mucho de las familias que hemos conocido. Convivencia, trabajo, calor de hogar y mucha ilusión. Los desvelos de la madre por el hijo y por la casa; la constancia en el trabajo y la protección y seguridad que da el padre; mientras tanto el niño crece juguetón y con sonrisa de cielo. He aquí el regalo que la familia ha aportado a las sociedades durante siglos. Y la Familia de Nazaret, desde su armonía laboral, afectiva y espiritual ha resultado ser el recurso más fecundo para la humanidad.

Los hombres y mujeres sensatos estamos viendo cómo esta ley natural de la relación entre padre, madre e hijos, está siendo alterada desde ideologías vacías de pensamiento o caprichos libertinos. Estos no pueden durar. No tienen consistencia. Pero la situación está comenzando a ser de tal gravedad que la Iglesia nos convoca, una vez más, con el modelo de la familia de Nazaret.

No olvidemos las palabras del viejo Simeón: “Éste … será como bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos. Tenemos por delante un trabajo difícil, como la tuvo Jesús, pero Dios está con quien se fía de El. Y lo mismo las madres: Y a ti una espada te traspasará el alma”. María, con el alma traspasada de dolor, es la estrella que nos sigue guiando.