III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Marcos 1,14-20: Está cerca el reino de Dios. “Está cerca el reino de Dios”

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)  

 

Jo 3,1-5.10 Se levantó Jonás y partió para Nínive
(1 Cor 7,29-31) El tiempo es apremiante
(Mc 1,14-20) Está cerca el reino de Dios 

“Está cerca el reino de Dios”

El tiempo apremia, dice San Pablo en la segunda lectura de este domingo. Es 25 de enero, su fiesta, la fiesta del apóstol cuyo año jubilar estamos celebrando. Que el tiempo apremia lo sabemos los hombres afanados del siglo XXI. Pero apóstol nos deja una pregunta, ¿qué es lo que te apremia de verdad? No te hagas esclavo de nada ni de nadie, es su respuesta. ¡Habéis sido bien comprados por el amor!

Pues esta es la clave de lectura de la conversión a que se nos llama en este tercer domingo del tiempo ordinario. Comienza el Antiguo Testamento pidiendo la conversión, por el profeta Jonás. Dios había enviado a este profeta a la ciudad de Nínive y predicaba: “Dentro de cuarenta días será arrasada”. El anuncio de Jonás obtuvo resultados, se convirtieron de sus pecados y por eso el Señor no envió el castigo anunciado. Y Jesús pide esa misma conversión: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia”. Pero si en el caso de Jonás la conversión significa alejamiento del mal, del pecado, y se impone por miedo al castigo, Cristo y san Pablo invitan a la conversión por la cercanía de Dios y su amor.

La conversión es un momento clave de la vida interior de cada uno de los seres humanos, tiene múltiples características y se realiza en diversos períodos de la vida. Nosotros hablamos de conversión, cuando se trata de una transformación que cambia la dirección en la vida. Pero hay otras conversiones cotidianas, y sin embargo importantes para el crecimiento humano. Se habla de la primera y segunda conversión y, a veces, de la tercera. La primera significa el alejamiento de los pecados graves que obstaculizan la vida sobrenatural. Las sucesivas conversiones se refieren a etapas ulteriores en el camino del alejamiento del mal y del acercamiento a Dios. Este es el primer tema que descubrimos en la palabra de la liturgia de hoy.

El segundo tema es el de la vocación, la llamada de los primeros Apóstoles. Simón, llamado después Pedro, y su hermano Andrés; luego Santiago, y de su hermano Juan. Cristo llamó a los cuatro cuando estaban en plena tarea, en la ribera del mar de Galilea. Unos “estaban echando el copo en el lago”; los otros cuando “estaban en la barca repasando las redes”. Dejaron la tarea y se marcharon con Él”. El primer cambio es el de una tarea por otra, pero esto no tiene demasiada importancia, hacer una cosa en vez de otra. Es distinto pescar peces que pescar hombres, pero no es la tarea lo que define una vocación.

Vocación significa sentirse llamado por Dios y, en el trabajo que sea “seguirle”. Ya no soy yo quien desempeña un oficio, es Dios en mí. El llama, yo me siento llamado, respondo y al responder me dejo llevar a donde El quiera y como el quiera. Decía San Ignacio de Loyola: “Tomad Señor, mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, mi voluntad”. Esto es la vocación: liberarme de mis ataduras, para atarme a quien me libera. No te hagas esclavo de nada ni de nadie, que decía san Pablo.

Dios, al llamar al ser humano a atrabajar con El, lo primero que le pide es que tenga confianza. A Jonás le parecía demasiado el trabajo de convertir una ciudad. A los discípulos de Jesús y a nosotros nos parece demasiado que en este mundo se pueda realizar el Reino de Dios. Lo único que nos falta para que sea verdad es la confianza en Dios. Su obra se realizará y la conversión de todos los hombres se realizará.

“Convertíos y creed en la Buena Nueva”, es la invitación que nos hace Jesús y en aceptarla consiste la madurez cristiana. Primero desearemos alejarnos del mal, de todo aquello que se oponga a Dios y a su voluntad. Y segundo, aceptaremos el trabajo, la vida, como lugar donde Dios irrumpe para que mi trabajo sea redentor. He aquí el camino para que todo cristiano sea liberador de esclavitudes, echador de demonios y de males, sanador de todo tipo de enfermedades… ¿O es que no has experimentado en tu vida que cuando te acercas a un dolorido, con amor, el dolorido sonríe?

Estos dos momentos -el de la conversión y el de la vocación- son de vital importancia en la vida de cada cristiano. Yo pongo de mi parte un deseo, una fe en el Reino, (todo ser humano aspira al ideal de sí mismo), y Dios pondrá la fuerza para que el Reino de Dios llegue a esta tierra.