XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Llegamos al domingo vigésimo sexto del Tiempo Ordinario en su ciclo B, y tenemos como propuestas de lectura el Libro de los Números, capítulo 11, el salmo 18, “Los Mandatos del Señor alegran el corazón”, la Carta del Apóstol Santiago en su capítulo quinto, y seguimos con el capítulo noveno del Evangelio según san Marcos. Hay un mensaje fundamental presentado tanto en la primera lectura como en el Evangelio: Dios es generoso y da su poder a quien quiere, aún cuando parezca no ser de los nuestros. Lo veremos a continuación.

Los celos son una de las manifestaciones humanas más problemáticas, porque nos enfrentan a los demás, nos hacen actuar en contra de los otros sin pensar y sin medir consecuencias. Los celos mismos son razón, más allá de cualquier razón que se pueda tener. Lo viven quienes se aman, lo viven quienes son colegas de profesión, lo viven inclusive quienes profesan la misma religión. Es el caso tanto de la primera lectura como del Evangelio: Dios da poder no sólo a los identificados expresamente con él, sino también a otros que también obran el bien, aunque no sean de los nuestros. En el Libro de los Números, Dios da el mismo espíritu para profetizar a 70 ancianos que estaban con Moisés, y también se lo dio a otros dos miembros del grupo que no estaban en el momento de la efusión, pero que también recibieron la gracia y el poder de profetizar y cumplen su misión. Josué, con celos, reclama a Moisés el por qué esos hombres profetizan, y Moisés le responde si es que está celoso de él porque aquellos también recibieron la gracia. Y en el Evangelio vemos que los discípulos denuncian a uno que en nombre de Jesús estaba echando demonios, e inclusive intentaron evitar que siguiera en esa misión. El Señor les aclara que aquel que echa demonios en su nombre no puede estar en contra, está a favor, aún cuando no sea del grupo principal. Como vemos, los discípulos de Moisés, los discípulos de Jesús, son humanos como nosotros, y sienten como nosotros, también son celosos si otros hacen lo mismo que ellos, o reciben las mismas gracias que ellos. Dios en su palabra nos ayuda a superar esos celos y a entender que su gracia va más allá de nosotros mismos, que tal vez hemos sido privilegiados de haber recibido su llamado, de ser consagrados a él, de estar con él en el grupo de la Iglesia. Y así como nos ha llamado a nosotros, también en el ejercicio de su libertad ha llamado a otros para que también hagan el bien. Hacer el bien es el signo de que Dios está con nosotros.

A la par del discurso sobre el dejar de lado los celos cuando otros son llamados por Dios y reciben sus gracias, el Señor advierte sobre lo que en verdad es negativo para nuestra fe, como lo son los pecados, los celos entre ellos. Jesús es radical cuando plantea que tenemos que hacer una opción para seguirlo, una opción para ser sus discípulos. No podemos estar con medias tintas, con dobleces. Lo plantea al decir “si tu mano te hace caer, córtatela; si tu pie te hace caer, córtatelo”, más te vale entrar sin algún miembro al reino del Cielo que ir con todo tu ser al infierno. El Señor es radical en su llamado porque él se da todo, él nos da toda su gracia, sin reservas, sin condicionamientos, sólo nos exige fidelidad y entrega. Y qué difícil es hoy conseguir la fidelidad y la entrega. La sociedad nos presenta como modelo la variabilidad, la no permanencia de los compromisos, el seguir la corriente de los acontecimientos, el relativismo moral. Y lo pero es que como Iglesia podemos caer en la tentación de seguir esas corrientes y relajar nuestra conducta moral y ser permisivos con las cosas que la sociedad propone. Pero Jesús se mantiene firme en sus convicciones y propuestas y nos pide a nosotros lo mismo. Sus valores, sus principios, sus mandamientos son la guía que debemos tener para poder superar las tentaciones de hoy en día y así preservar nuestra fe, y sobre todo nuestra vida para la vida eterna. Sabemos que no es fácil. El reino del mal tiene muchos recursos, tiene muchas opciones para contraponerse a nosotros. Pero contamos con la gracia de Dios que todo lo puede y que nos da su espíritu para que combatamos el mal. Abramos pues nuestros corazones a la gracia de Dios y demos testimonio de su presencia con la coherencia de nuestra vida y de nuestras opciones.

El apóstol Santiago denuncia precisamente lo que puede ser la consecuencia de no seguir los consejos de Dios, los mandamientos propuestos. Lo hace hablando de los ricos que han conseguido su dinero a fuerza del robo, del abuso sobre sus obreros, de la explotación de sus semejantes. Pero como lo hace de los ricos, esto se puede extrapolar a cualquier tipo de pecado, porque en definitiva lo que nos aleja de Dios y nos hace obrar mal es el pecado. Y la consecuencia de una vida de pecado es la muerte, muerte en esta vida, pero muerte también para la vida eterna, muerte para Dios. Esta advertencia de Santiago debemos saber asimilarla y revisar nuestra vida, para alejar de ella las tentaciones y los pecados. Dios nos da su perdón y su gracia.

Te invito hermano a la conversión y a reencontrar el camino de Dios. Te invito a cambiar las actitudes negativas y a que dejes actuar al Señor en tu vida. Tu premio será la vida eterna.