I Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
San Lucas 4,1-13

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Hemos iniciado el tiempo de la Cuaresma, los cuarenta días en los que la Iglesia nos invita de una manera más insistente a la conversión, para preparar nuestros corazones para celebrar y conmemorar lo que para los cristianos es el centro de la fe: la Resurrección del Señor. Pero para llegar a la resurrección se debe pasar por el calvario, y por la prueba. La cuaresma nos prepara como creyentes para los momentos de prueba y sufrimiento, y para poder vivir con gozo la mayor alegría de nuestra fe. Este primer domingo de Cuaresma meditaremos las lecturas del Deuteronomio en su capítulo 26, el salmo 90, Acompáñame Señor en la tribulación; el capítulo décimo de la Carta a los Romanos, y leeremos el capítulo cuarto del Evangelio según san Lucas.

El centro de la liturgia de la Palabra es el relato de las tentaciones que sufrió nuestro Señor Jesucristo. Este relato nos muestra de una manera clara como actúa el enemigo, cuáles son sus mecanismos para hacernos caer en el pecado. Después de ser bautizado, Jesús va al desierto, y durante cuarenta días con sus noches realiza un ayuno, que complementa con la oración. Su cuerpo se va debilitando, mientras su espíritu y su voluntad se van fortaleciendo. Lucas nos dice que al final el Señor sintió hambre, y es el momento que escoge Satanás, el demonio, para tentar al Señor, para ver si caía en la trampa. Y las tentaciones son tres, que se corresponden con las tres tentaciones que propone la sociedad: el placer, el tener y el poder. El placer está representado en el hambre física, corporal. Jesús la rechaza, diciendo que no sólo de pan vive el hombre. La tentación del tener está representada en la gloria, en los reinos y las riquezas ofrecidas por el diablo. Jesús le responde que sólo se debe adorar a Dios, y a él solo se le dará culto, no a las riquezas materiales. Y por último el poder, representado en la propuesta de obediencia que le deben los ángeles. Jesús la rechaza diciendo que no tentará al Señor su Dios. Y el evangelista es muy realista en el final del relato: “completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión”. En este relato podemos ver el proceso de las tentaciones que como humanos y como creyentes sufrimos. El demonio se nos acerca cuando estamos débiles, cuando se da cuenta que puede doblegarnos por alguna carencia que tengamos. Y las tentaciones siguen siendo las mismas: el placer, el tener y el poder, que se concretizarán de manera diversa para cada uno. Y tal vez la diferencia que tenemos con el Señor es que por la debilidad de nuestro espíritu, muchas veces no somos capaces de rechazar las tentaciones del enemigo. Y si logramos vencerlas en un primer momento, tengamos la seguridad que el demonio buscará otra ocasión para seducirnos. A fin de cuentas es su trabajo, pero la idea es ponérselo difícil. No caer en la tentación, como decimos en el Padre Nuestro.

El relato evangélico de las tentaciones que sufrió Nuestro Señor Jesucristo, nos muestra la razón por la cual la Iglesia nos insiste tanto en la conversión, de manera especial en este tiempo de Cuaresma. Les confieso que a mí me costó mucho entrar en la lógica de la conversión, porque consideraba que no tenía pecados muy graves, y porque había dado pasos de crecimiento en la fe. Pero la expresión del evangelio donde se dice que el demonio buscará otra ocasión para seducirnos, es lo que da validez al hecho de que la conversión es un proceso de toda la vida, porque toda la vida lucharemos contra nuestro ser que quiere hacer lo que no debe, y le cuesta hacer lo que sí se debe, como lo dice san Pablo en una de sus cartas. Te invito a que este tiempo de cuaresma, y todas las veces que estés en situación de pecado no cierres tu corazón a la gracia santificante que el Señor te ofrece en el sacramento de la reconciliación.

Las otras dos lecturas de este domingo tienen un mensaje positivo en relación a lo que significa estar con Dios, serle fiel, ya que como dice san Pablo a los Romanos, “nadie que cree en él quedará defraudado”. Y todos seremos salvados si confesamos con nuestros labios y creemos en el corazón que el Señor ha resucitado para darnos nueva vida. Es no olvidar el pasado, cuando estábamos lejos de Dios, y cómo fuimos rescatados del pecado por su sacrificio de cruz y su resurrección, un poco como contaban los antiguos judíos a sus familias las hazañas que hizo Dios para salvarlos de la esclavitud de los egipcios. Nosotros hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y por ello estamos alegres.

Hermano, hermana que me escuchas, hemos empezado la cuaresma y la Iglesia nos invita a intensificar nuestra vida de fe para preparar nuestros corazones para la gran fiesta de Pascua. No olvides que la Iglesia te invita practicar el ayuno, a intensificar la oración y aumentar tu generosidad con el compartir de la limosna. La cuaresma es el tiempo de la reconciliación que Dios nos da para estar más cerca de él.