XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia

 

 

Evangelio según San Lucas 14, 25-33

Para recordar:

El viernes 14 es la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. El sábado 15, fiesta de Nuestra Señora de los Dolores y del Señor del Milagro, de Salta. Que el Señor bendiga a todos los salteños que viven en nuestra diócesis, que tienen una fe muy profunda. Le pedimos también que bendiga al querido pueblo peruano, con todo el sufrimiento que han tenido semanas atrás.

Evangelio de hoy:

¡Con cuánta claridad el Señor nos habla de varias cosas! La primera es que hay que amarlo a Él más que a los demás. A veces, en nuestros oídos, eso suena: “¿pero como, tengo que amar más a Dios y menos a la gente?” No, no. El amor de Dios es el fundamento del amor, es la fuente de donde emana la fuerza y el dinamismo de nuestra vida y de nuestro amor. Por eso Dios es desde el principio de todo, el ser absoluto, y todo lo demás es por participación.

Es allí que nosotros, con el mismo amor de Dios, tenemos que amar a nuestra familia, a nuestros hermanos, amigos, fieles, ¡hermanos! Amar a todos con el mismo amor de Dios. Y amarlo más a Él no significa amar menos a los otros. Al contrario, es la certeza y la garantía porque más lo amamos a El, porque es el principio y el fundamento, el alfa y la omega, ya que con ese amor de Dios vamos a poder concretar el amor a nuestros hermanos.

En segundo lugar, todos nosotros que somos sus discípulos, tenemos que seguirlo. Pero ¿cómo lo seguimos? Lo seguimos como somos: con las virtudes, con los defectos, con las debilidades, con los pecados, con los sufrimientos. Y todo discípulo, todo cristiano, tiene su sufrimiento, tiene su cruz. Que no es “a pesar de” sino “por medio de” la cruz que nosotros tenemos que identificarnos más a El. Por medio.

A veces uno se queja, murmura, querella, se pelea, se amarga, dice: “¿por qué me pasa esto?”, y quizás “esto” sea una ocasión para encontrarnos más con Dios, con uno mismo y con los demás. “Si quieres servir al Señor, prepárate para la prueba”, porque el cristiano, la persona humana, que quiere vivir en serio una vida de valores y en plenitud, debe prepararse porque lo harán sufrir, lo perseguirán, lo celarán, lo envidiarán, y hasta algunos querrán provocar que se quiebre para no llegar a destino y no molestar a los demás.
Avanzando un poco más, hay que estar preparados y hay que calcular. ¿Cuál es el cálculo que tenemos que hacer? Esto significa que debemos pensar; también hay que invertir, gastar energía, tomar decisiones. Si quiero ser cristiano, tengo que vivir de determinada manera; si quiero ser una buena persona, tengo que tener tales valores e incorporarlos a mi propia vida.
Es cierto que tenemos que tratar de saber que hay que preparar el presente. Por eso la fe es radical, necesita estar preparada, piensa, pondera, estima, valora, para que uno pueda ser profundamente cristiano. Esto es así y hay que aplicarlo a nuestra vida.

Algo que también es importante: la fe nos hace mirar con los ojos del Señor.
Ver la historia como El.
Juzgar como El.
Elegir y amar como El.
Esperar como enseña El.
Vivir en El la comunión con el Padre y el Espíritu Santo.
Sus criterios, hacerlos nuestra norma de vida. Los juicios, las acciones, la capacidad de discernimiento.

Hay algo que también es cierto: el cálculo frente a la adversidad, donde uno tiene que tomar decisiones y educarse para ello. No tiene que ser espontáneo, tendrá que ser profundo. Porque amar, se ama con el corazón pero con la voluntad, con la decisión. No es espontáneo, no es “amor de ganas”, es amor de voluntad, de decisión. Lo mismo pasa con esto: hay que educarse.

Les dejo mi bendición, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén