Creación de la Parroquia San Luis Orione.

Villa Domínico – Avellaneda Lanús

26 de octubre de 2007

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia

 

 

Queridos hermanos.

Queridos sacerdotes.

Queridos decanos.

Queridos religiosos y religiosas de distintas congregaciones.

Queridos laicos:

 

Es un momento muy especial para esta comunidad y para nuestra Iglesia diocesana. En este momento vamos a dedicar el templo, consagrar el altar y poner en marcha esta comunidad constituyéndola Parroquia San Luis Orione.

 

Dios quiere estar con nosotros.

Dios quiere ser reconocido por nosotros.

Dios planta su tienda en medio nuestro. ¿Y donde lo hace? En el altar.

El Altar es Cristo. Y es Altar es el Sacrificio, que El como sacerdote, único, que se ofrece por nosotros para que nosotros vivamos la Gracia de Dios. Cristo, que es Altar y víctima, se ofrece por nosotros para no tener dudas, ¡para no poner excusas ni decir yo no puedo! ¡Porque yo puedo, dice Jesús! Por nosotros y para nosotros.

 

La primacía y la centralidad de Cristo en nuestra vida son fundamentales. Cristo está siempre en medio de nosotros en el sacrificio de la Misa, en la Eucaristía y arriba del Altar, y tiene que ser reconocido.

 

Reconocido por los que celebramos.

Reconocido por los que participan.

Reconocido por todos los que nos nutrimos del misterio del amor de Dios.

 

¡Que bien decía San Luis Orione: “sólo la caridad salvará al mundo”! ¡Sólo Dios salvará al mundo! Porque el amor de Dios es capaz de transformar y de transformarnos, de cambiar y de cambiarnos, de perdonar y de perdonarnos entre nosotros.

 

La presencia de Cristo en la Eucaristía es la fuerza de nuestra vida apostólica; de nuestra vida misionera; de nuestro entusiasmo como cristianos; de nuestro entusiasmo como “discípulos de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida”, como nos decían muy bien los Obispos reunidos en Aparecida, en mayo de este año.

 

Hoy tenemos la dicha, como obispo de conceder y ustedes de recibir y constituirse como una comunidad grande, como una parroquia. La parroquia es madre de muchas comunidades. Comunidad de comunidades. La parroquia es el referente para que la gracia de Cristo, desde su sacrificio, se irradie y se comunique por todas partes. Como comunidad ustedes lo han recibido porque lo han merecido, porque trabajaron los sacerdotes y los animadores para formar una hermosa comunidad.

 

En este día, 26 de octubre aniversario de la declaración de beatificación de Don Orione en 1980 por Juan Pablo II, constituimos esta Capilla de San Vicente de Paul como la Parroquia San Luis Orione. Por ello se nos reconoce y se les reconoce un momento muy especial. Pero también, como momento especial, hay que estar a la altura de las circunstancias.

Es un momento de madurez, una etapa de crecimiento.

Se crece, se desarrolla, se trabaja.

¡La fe hay que trabajarla por medio de la oración!

¡Hay que formarse para tener criterio! ¡Criterios evangélicos, criterios cristianos, criterios humanos para que sea verdad aquello de “solo la caridad salvará al mundo”!

 

Como comunidad parroquial no se queden encerrados acá.

¡Salgan!

¡Vayan a los barrios!

¡Que hay muchos y no son pocos!

¡Que la Iglesia llegue a todas partes!

¡Que la Iglesia se comunique y esté presente!

¿Saben por qué va a estar presente la Iglesia? ¡Porque si hay cristianos comprometidos y convencidos; si hay curas convencidos y laicos convencidos, la Iglesia estará presente! Pero si no lo estamos, la Iglesia va a estar ausente y otros van a ocupar el lugar que nosotros dejamos. Es así, no hay que engañarse. Hay que llamar a las cosas por su nombre.

 

Hoy le pedimos sinceramente al Señor, al Dios de los mártires, al Dios de los santos, al Dios del Pueblo Santo de Dios, a nuestro Dios que está vivo y presente, que surjan de nuestras familias auténticas vocaciones cristianas, sacerdotales, religiosas, apostólicas y misioneras.

 

¡Que se note que hoy, aquí, ha comenzado esta parroquia!

¡Que cambie el corazón!

¡Que ilumine la mente!

¡Que no pongamos fronteras ni límites!

¡Ni el egoísmo, ni el pecado, ni la desconfianza, ni los prejuicios!

¡Que ninguna cosa pueda entorpecer, para que Jesucr5isto esté presente en el corazón de los hombres y en el corazón de nuestras familias! Y nunca, jamás, dejarnos vencer por el mal.

 

Yo le pido al Señor, por medio de San Luis Orione, que bendiga a su Congregación, que bendiga a los padres de la Pequeña Divina Providencia, que bendiga a las hermanas fundadas por él, que bendiga a todos los que participan de una manera u otra en el espíritu de Don Orione. Para que siempre tengamos la fuerza irresistible de dedicarnos al que está más lejos, al que está más abandonado y al que está muchas veces descartado por los demás

Que tengamos un corazón católico, un corazón universal, que San Luis Orione nos ayude para que su espíritu esté muy presente en cada uno de nosotros.

 

¡Qué cosa hermosa: el amor a Cristo, a la Eucaristía, el amor al Papa, el amor a la Iglesia, el amor a los pobres! ¡Qué cosa hermosa! ¡Vean cuánta tarea tenemos que hacer cada uno de nosotros! Yo le pido a San Luis Orione que interceda ante Dios por cada uno de nosotros. Por los sacerdotes, por las religiosas, por los fieles, por los seminaristas, por los novicios, por los postulantes, por los que se animan a seguirlo más de cerca de Jesús.

 

Para que todos estemos convencidos que “sólo la caridad salvará al mundo” y que nunca cambiemos a Dios por ninguna idea ni por ninguna pasión inútil. Tenemos una vocación humana y cristiana que tenemos que cultivar, desarrollar y trabajar.

 

Que este lugar santo, sea para los santos. Los santos somos nosotros y si alguno dice “yo no soy santo”, le digo: ¡si pensás que no sos santo, convertite para ser santo; pero no tenés excusas porque decís que nos sos santo y no querés ser santo; no pongas excusas a la presencia extraordinaria de Jesús en la Eucaristía, en el Altar!

 

Que así sea.