III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

 

Este Evangelio nos deja dos cosas importantes, que son distintas:

 

La primera es que San Lucas le escribe a Teófilo, al “amado de Dios”, diciéndole una frase estupenda: “me he informado cuidadosamente, he ordenado las palabras, para que tú puedas estar en el conocimiento de las enseñanzas que has recibido”. Así es la vida nuestra; toda nuestra vida es como recibir mensajes, una carta larga, muchas palabras y uno las va leyendo, rumiando, masticando, digiriendo, metiendo en el corazón y la vida.

 

La Palabra de Dios es la que nos alimenta, la que nos robustece, la que nos fortalece, la que nos poda, pero nos da fuerza que es el alimento para que tengamos en esta vida y en el mundo, aquí y ahora, motivos para vivir en la fe. Todos tenemos una responsabilidad.

 

Lo segundo es: Jesús viene a vivir en plenitud lo que se dice en el texto de Isaías: “llevar la buena noticia a los pobres, anunciar la liberación de los cautivos, dar la vista a los ciegos, libertad a los oprimidos, proclamar un año de gracia del Señor”; todo esto es lo que Jesús viene a hacer. Y lo viene a hacer en abundancia y cumplidamente.

 

Es muy importante que, tanto la primera parte del Evangelio de San Lucas como la segunda, y como todo el Evangelio, no relata solamente la vida de Jesús; sino que este Evangelio ¡está relatando también mi vida, mi historia, donde yo estoy metido, involucrado, estoy allí! Donde hoy soy un personaje, mañana otro y después estoy ocupando otro lugar. Porque tengo que estar comprometido, involucrado.

 

El Evangelio nos contiene y nos compromete. Por eso es importante vivir este Evangelio en el tiempo presente, como un lugar privilegiado por la venida del Señor en nuestra vida.

 

La Palabra de Dios, la escritura, es la enseñanza que nos lleva -junto con la Doctrina, con el Magisterio- al conocimiento y encuentro con Jesucristo. ¡Pongamos más atención a la escucha! Lo dije varias veces: el que sabe escuchar bien, tendrá posibilidades de responder bien; el que no sabe escuchar bien -o está distraído, o indiferente- se va a equivocar en la respuesta que quiera intentar dar. Por eso es importante poner atención.

 

Poner atención a la vida de uno.

Poner atención al Evangelio.

Poner atención a lo que nos está pasando.

Poner atención en lo que está sucediendo.

 

¿O no nos damos cuenta que el mundo está triste y que la gente está al borde de un colapso?

 

Porque en el fondo nada ni nadie, ni lo económico ni lo social, puede llenar el corazón de una persona. Donde el consumismo, lejos de enaltecerlo, muchas veces le puede provocar un bien material, pero le llega al hartazgo y no lo colma espiritual e interiormente.

 

La Palabra de Dios es el gran alimento, porque allí estamos contenidos y quiera el Señor que nos demos cuenta para estar atentos y responder con prontitud y decisión.

 

Los que están de vacaciones que aprovechen el tiempo para poder hacer un cierto “ocio” y para poder dedicarse un poco más y mejor a la Palabra de Dios. No digan que no tienen nada que hacer, digan que son pocas cosas pero esas son las más necesarias.

 

Les dejo mi bendición