Cierre de actividades de Cáritas diocesana.
1º jueves de Adviento / 6 de diciembre 2007

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Queridos  hermanos y hermanas, agradezco este encuentro, de sacerdotes, religiosas, y laicos comprometidos. Es un encuentro de fe y de amor. Esta actitud que tenemos en Cáritas, es prueba de dos realidades que siempre deben sostener: lo humano y lo cristiano.

 

Lo humano: es para hacer siempre el bien

Lo cristiano: es para ser fieles a nuestro bautismo.

 

Por el bautismo nosotros tenemos una misión y una vocación. Por lo tanto, lo que hacemos y seguiremos haciendo, es por la fuerza que nos impulsa el señor al haber recibido el bautismo. Esto significa que no realizamos las cosas, por otro motivo, por ejemplo, por el sacerdote, o por el grupo de amigos o amigas, o por la parroquia, sino que por la fuerza que hemos recibido en nuestro bautismo, nosotros estamos llamados a la santidad y al servicio.

 

Por eso decimos, en y con la iglesia, que ella existe para evangelizar.

¡Pobre de nosotros si no evangelizáramos!

¡Pobre de nosotros si no nos diéramos cuenta que estamos cumpliendo una vocación y una misión en la cual cada uno de nosotros ha sido llamado! Estamos puestos para cumplir una misión.

 

Lo que tenemos lo que hacemos y le damos gracias a Dios por ello siempre tendrá que pasar por el crisol de la luz. La luz es a fuerza de Dios y nos tiene que iluminar para seguir haciendo las cosas mejor, para poder llegar al hermano que más nos necesita, para poder darle lo que necesita pero sobre todo para poder respetar la dignidad que tiene y que uno no se la tiene que dar sino respetársela.

 

En el trato con el prójimo nos damos cuenta que tenemos que ayudarlo a esa famosa tarea de promoción, de crecimiento. Nosotros no queremos hacer en la Iglesia lo que muchos hacen con un clientelismo político. Nosotros no queremos entretener al pobre. Queremos acompañar al pobre. Queremos ayudarlo pero tenemos que dar el respeto y la dignidad que cada  uno tiene.

 

Es importante que la Iglesia sea conciente de esta tarea y misión; es importante que nosotros tengamos claramente esta convicción para poder transmitirla a los demás. La dignidad humana y la dignidad divina son realidades que no se pueden separar y que están presentes en cada uno de nuestros hermanos.

 

El Papa decía, el otro día, a través de la encíclica  que somos salvados por la  esperanza y el en el Angelus del domingo dijo que la Iglesia no habla mal de la ciencia, pero la ciencia no da la respuesta definitiva al hombre. ¿Quién da esa respuesta definitiva? Dios es quien redime, quien salva al hombre.

 

Los que trabajamos en Cáritas tenemos que tener clara esta fuerza de la Fuente que anima no sólo nuestra vida sino que fortalece y anima la vida de toda otra persona. Quizá nunca podamos sacarlo de su pobreza, de sus limitaciones, de su situación, pero si podemos ayudarlo a que, desde Dios, recupere su fortaleza, su sentido, su dignidad y su vocación.

 

Como decía muy bien el Papa, la Iglesia evangeliza y la Iglesia humaniza, sana y libera de tantas ataduras y de tantas esclavitudes que aquejan al ser humano, a nuestras familias y a nuestra sociedad.

 

Cáritas tiene la fuerza del amor de Dios, y Dios nos tiene paciencia, perseverancia, fortaleza, levanta a los débiles, educar y corregir a los caídos, a los que viven mal, a los que mienten, traer la verdad y poner la verdad. La ternura de Dios pero a la vez la fortaleza donde uno tiene que ayudar para que esa persona crezca, se desarrolle, madure, se perfeccione, sea más persona.

 

Tenemos una tarea estupenda, que se está realizando, y tenemos que seguir realizándola. Nunca nuestras actividades se agotan en las cosas que uno pueda realizar. Si uno hace algo sin amor, pierde la virtud. Tenemos que hacer las cosas por el amor que Dios nos da, y por el amor que Dios nos indica a participar y a llevar a los demás.

 

No hay que perder las cosas en la vida, hay que ganarlas y se ganan, y no se pierden, cuando hay amor, cuando hay comprensión, cuando hay una sonrisa, cuando hay un silencio, cuando hay una cercanía.

 

Tenemos la dicha de trabajar juntos y en equipos. Ninguno puede apropiarse en su genialidad y decir “esta persona es irremplazable”, porque cada uno de nosotros es único e irrepetible, pero todos somos reemplazables. El protagonista principal de esta obra es el amor de Dios y Cáritas tiene que seguir trabajando, superando las dificultades internas que puedan existir. Los límites, la falta de objetividad, las subjetividades, las parcialidades que a veces hacemos, cuando escuchamos la mitad de una palabra y transferimos lo que tenemos en nuestra mente ¡y se arma cada lío!

 

Es la vida humana, de la que formamos parte, donde siempre hay que levantar la mirada y saber que Dios, y la fe en Él, nunca pone límites ni fronteras. Todo hombre y toda mujer, son hermano y hermana nuestra.

 

La información, la comunicación, la transmisión de actividades, trabajar juntos, a veces la ruptura de la química que cada uno pueda tener, porque a veces tenemos celos de Dios, celamos las cosas que nosotros hacemos y no las compartimos con los demás, ese celo no es bueno. El celo de Dios es bueno. El amor de Dios es bueno. Pero el celo, cuando uno se lo guarda, para que no se lo quiten o para no compartirlo, no nos hace bien.

 

La Iglesia dice que abre las puertas. La Iglesia tiene que ser misionera. ¡Que la gente venga! ¡Muy bien! Que venga pero que tenga lugar cuando viene, porque a veces vienen y no les damos el lugar y porque no les damos el lugar, se van. Hay una cierta contradicción, decimos una cosa, nos ponemos un  casette, y luego hacemos otra cosa distinta de la que nosotros mismos propiciamos.

Dios con su Palabra, y con la fuerza de su Evangelio, nos va como purificando, como advirtiéndonos, como diseñándonos de nuevo. Aparecida decía muy bien, una de las cosas que tenemos que vivir es la conversión pastoral; tenemos que convertirnos pastoralmente. Una conversión donde toda la Iglesia tiene que estar en el lugar más pequeño, más chiquito, más insignificante, ¡ahí está toda la Iglesia! Porque cuando se cree, se vive, se comunica y se transmite. Eso es lo que tenemos que hacer a través de nuestras Cáritas de las capillas, de las parroquias, del decanato, con la diócesis, y en toda la Iglesia  EN Argentina.

 

Le pedimos a Dios que nos siga iluminando para seguir pensando y haciendo el bien. El Evangelio de esta Misa no fue elegido para esta ocasión. Es el que la liturgia indica para el primer jueves de Adviento, y ahí se nos dice algo muy cierto, hacer la voluntad de Dios es haber invocado bien el nombre de Dios. Si invocamos a Dios, si creemos en Dios, Dios no nos paraliza. Dios nos mueve, nos convierte y nos saca de nuestro egoísmo, para hacer su voluntad. Ahí es donde tenemos que coincidir todos.

 

No vamos a coincidir en las organizaciones o en las maneras de presentar las cosas, pero sí tenemos que coincidir en que, si queremos ser cristianos, tenemos que poner en obra y en práctica la voluntad de Dios que, ciertamente, no se reduce a mi capricho, a mi antojo, a mi mirada, a mi modo de ser.

 

Dios nos pide rezar, ¡por supuesto!

Dios nos pide leer la Palabra, ¡por supuesto!

Dios nos pide recibir y alimentarnos de la Eucaristía, ¡por supuesto!0

Dios nos pide rezar el Rosario, ¡por supuesto!

Dios nos pide rezar a la Virgen, ¡por supuesto!

Dios nos pide invocar a los santos, ¡por supuesto!

 

Pero todo esto nos tiene que llevar a la transformación de nuestra propia vida, para que la fe se haga obras, las motiva, las perfecciona y las ilumina.

 

Yo les agradezco a todos ustedes y sepan que no están solos. Porque cada uno que hace algo en nombre de Dios sin que nadie le vea, si lo hace con fe, con amor, y lo hace con verdad, eso se convierte en ofrenda eterna, ¡eterna! ¡Es para siempre! Si alguien ofrece a alguien un vaso de agua, si alguien va a hacer un acto de caridad y lo hace con amor y con verdad, es una ofrenda eterna. Permanentemente estamos tratando cosas eternas, cosas para siempre, que no se ajan ni son vencidas por el andar del tiempo. Porque el amor es lo único que permanece.

 

Dar gracias a Dios porque Cáritas no es sólo lo que uno hace sino cómo uno vive. Y también esta comunión, esta creatividad, esta audacia que uno tiene que tener, también tiene que tener consecuencia y coherencia. No se desanimen jamás. Dios nos ve siempre y está siempre al lado nuestro y lo encontramos en cada uno de nuestros hermanos, incluso en aquel que no resulte tan simpático o aquel que piense distinto. Porque él es imagen y  semejanza de Dios. Y por él Jesús también murió en la cruz. Y si Él lo redimió, quién soy yo para negarle dignidad o presencia o respeto. 

 

Le pedimos a Dios que bendiga nuestras familias y que nos haga vivir en verdad el lema de nuestra diócesis: un solo corazón, una sola alma. Y que podamos decir que en Avellaneda Lanús realmente los cristianos se aman. Cáritas existe y tiene fuerza pero no se reduce a dar cosas sino ayudar a recuperar la dignidad perdida de tantos hermanos nuestros que se vienen quedando por el camino.

 

¡Estamos agradecidos a Dios que nos llama a esta misión! Somos nosotros los que tenemos que dar gracias porque podemos hacer algo bueno. ¡Y qué hermoso es poder hacer algo bueno por Dios! ¡Y qué hermoso es hacer algo bueno por un hermano!

 

Que tengamos verdad, amor y que sigamos trabajando con entusiasmo, como lo están haciendo. Pero no puedo decirles que se queden, porque la vida siempre nos empuja para más profundidad, para más amor, para mejor servicio, para mayor dignidad y mayor respeto. Porque la vida hasta el final hay que vivirla y hay que conquistarla. No podemos vivir de rentas. No podemos vivir del pasado.

 

Se lo pedimos a la Virgen y ella, como Madre que es, que nos ayude a ver, a mirar, cuáles son las reales necesidades de los hermanos, y que podamos responder como una verdadera  mamá a un hijo que tiene necesidad, no sólo de cosas, sino de amor y de ser escuchado.

 

Que así sea.