IV Domingo de Adviento, Ciclo A
San Mateo 1, 18-24

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Queridos hermanos:

En esta presencia de Cristo, que se va a hacer cercano, Dios elige, por medio del ángel, a la Virgen para que sea la Madre de Cristo. La elige porque el Señor viene y la elige a ella como Virgen, sin concurso humano ya que el Señor quiere estar con nosotros. También elige a San José para que sea custodio de Cristo y custodio de la Virgen.

Cristo ha venido y tiene carácter universal, viene para todos. No está reducido a una nacionalidad, a una raza, sino que Cristo, el Hijo de Dios, viene para todos los hombres, para todos los pueblos. Abre la historia de la salvación a todos y tiene un rostro profundamente humano. Es verdadero Dios y verdadero Hombre y viene a salvarnos.

Recuerden esto, Dios no salva al hombre sin nuestra cooperación. Dios se encarna, viene a redimirnos, pero también nos pide y exige nuestra libre respuesta. Esto es importante: Él ha venido porque se da cuenta que el hombre, la humanidad, está afligida y nos concede la consolación de su próxima visita.

La venida de Cristo en esta Navidad tiene que ser para consolarnos, para fortalecernos, para robustecernos, para levantarnos de nuestras caídas, para darnos ánimo, fuerza y espíritu en el cansancio que cada uno de nosotros puede tener. El Señor viene a enderezar nuestra vida y, si nosotros lo recibimos, nuestro corazón permanecerá y vivirá indiviso, es decir no dividido. Tendremos paz, viene el Príncipe de la Paz.

Ahora bien, nosotros tenemos que responderle libremente y en nuestra libertad podemos tomar decisiones, esto es fundamental, cada uno de nosotros tiene que elegir en su vida pero tiene que saber que está determinado en las consecuencias.

Hoy en cambio la gente quiere ser libre en las decisiones y en las consecuencias, quiere vivir sin responsabilidades, así no hay verdad. Esto no es cierto. Lo importante es saber que tenemos que tomar decisiones, si somos libres, pero tenemos que ser coherentes con nuestras consecuencias.

Ustedes podrán decirme “entonces ¿tenemos que sufrir?” ¡Sí, tenemos que sufrir! Es hermoso y es bueno sufrir por la verdad y ¡qué tristeza es sufrir por la mentira! La paz debe custodiar la primera fuerza, el primer impulso, que es el Amor de Dios.

En este tiempo de preparación a la Navidad, vamos a pedir recibirlo al Señor, ser libre en nuestra elección, pero también ser coherente con nuestra fe, con nuestra vida, con nuestras obras. Que esta Navidad prepare nuestro corazón para que el Señor ocupe el mejor lugar, en su vida y en mi vida. Así podremos experimentar esa paz que no tiene precio, que no se compra en ningún lado, sino que Dios la concede abundantemente a los hijos que confían en Él.

Que vivan bien esta Nochebuena, que vivan bien esta Navidad.

Les dejo mi bendición.