II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
San Juan 1, 29-34: Juan Bautista presenta a Jesús, el Cordero de Dios

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Juan 1, 29-34

 

Juan Bautista presenta a Jesús, el Cordero de Dios

 

En este Evangelio destacamos la persona de Jesús que es “el que viene a quitar el pecado del mundo”, es el cordero que se sacrifica para quitarnos a todos el pecado. Recuerdan ustedes al profeta Isaías: un cordero, al matadero, en silencio, va para entregar su vida. Es quien, por medio de su sangre, nos redime, nos salva.

 

Cristo tiene conciencia de esto, porque Cristo es enviado por el Padre. Y no sólo es enviado por el Padre sino que es corroborado por la presencia del Espíritu y la voz del Padre que dice “este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta mi predilección”. Esta presencia y misión de Cristo, este ser enviado por el Padre, es para darnos la vida eterna. Cristo viene a cumplir una misión y Él sabe cuál es.

 

Todos nosotros, como discípulos, también tenemos una misión.

El problema es que a veces no lo reconocemos.

A veces en la vida “duramos” no vivimos.

A veces nos “achanchamos”.

A veces “vegetamos”.

 

¡Cuánta gente hay deprimida, que ni siquiera se levanta al día siguiente, porque no tiene motivos para amanecer!

Es cierto, porque han perdido su misión, han debilitado su vocación.

También es cierto que la sociedad no los ayuda.

A veces es cierto que la familia no los ayuda.

Pero también es cierto que hay una responsabilidad personal y que cada uno debe cultivar, cuidar, podar, desarrollar la vocación.

Así como cuidamos otras cosas, también hay que saber cuidar la propia vida y no la cuidamos. No cuidamos la vida humana. Y no cuidamos la vida espiritual, la vida cristiana.

 

Ustedes dirán ¿cómo “hay que cuidarla”?

¡Sí señores, hay que cuidarla! Porque tenemos que alimentarla, estar atentos, ser vigilantes. Tenemos que discernir.

¡No tenemos que consumir todo lo que nos dan!

Hay cosas que hacen mal humanamente y si hacen mal ¡no se consumen!

Y si no se consumen cosas que hacen mal humanamente, ¡tampoco se consumen cosas que hacen mal espiritualmente!

Pero hay que tomar una decisión, que es fundamental para que uno sea persona, para que uno sea cristiano y para que cumpla con la misión.

 

Le pedimos hoy al Señor, que nos ilumine para poder seguirlo más de cerca. Siguiéndolo más de cerca, no equivoquemos los pasos en el camino que hemos de seguir. Que lo miremos fijamente. Que no distraigamos la mirada. Habrá momentos de tribulación, de tempestad, de dudas, de dificultades externas o internas, pero que tengamos la alegría de permanecer en El.

 

El discípulo, que sigue al Maestro, da testimonio. Pero da testimonio no de lo que uno hace sino da testimonio de lo que EL es: que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Esto es lo que tenemos que anunciar, comunicar, creer y vivir!

 

¡Que descubramos nuestra vocación de discípulo! Pero que tengamos la convicción de la misión y del testimonio. Quien no da testimonio es porque todavía no ha pasado por el discipulado, porque todavía no se ha encontrado con El. Y porque no se ha encontrado con El, no tiene fuerza para el testimonio.

 

A veces echamos la culpa a los demás, ¡pero somos nosotros mismo que queremos instalar y vivir en la enfermedad!

La enfermedad de la indiferencia.

La enfermedad del pecado.

La enfermedad del doblez.

La enfermedad de la hipocresía.

La enfermedad de no querer involucrarse y no querer vivir responsablemente.

 

Pidamos al Señor que su presencia nos ayude a vivir, a caminar y a testimoniar con la dignidad de ser discípulos y testigos. Es decir, vivir intensamente nuestra vocación.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.