III Domingo de Cuaresma, Ciclo A.
San Juan 4, 5-42: Jesús y la Samaritana

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Juan 4, 5-42

El diálogo de Jesús con la samaritana es estupendo porque tiene un proceso muy grande. De un diálogo común pasa a un coloquio, a una conversación y de allí pasa a un encuentro. Este camino, este itinerario, es un proceso donde hay argumentos de verdad, tanto del Señor como de la mujer de Samaría, donde se expone el tema del agua, del pozo, donde Jesús no tiene un balde para sacar esa agua, y cómo Dios la va llevando a una realidad más profunda. ¡Ese es el camino de cada persona!

En la vida, vivimos, pero nos podemos quedar con el tema del balde: nos quedamos en el consumo, con las cosas materiales, con las cosas pequeñas, con cosas inútiles y superficiales, ¡pero estamos llamados a cosas más profundas!, donde El es el “agua viva”; y el único capaz de saciar nuestro apetito, nuestra sed de lo infinito. Por eso Dios es totalmente trascendente y nosotros lo buscamos a El. Como decía muy bien San Agustín “nos hiciste para Ti, Señor”, y “mi corazón está inquieto hasta que no repose en Ti.”

Una persona vive de conocimientos, ¡pero hay gente que sólo vive de datos o de informaciones! ¡Hay que vivir de cosas profundas! ¡Del conocimiento existencial de la vida, de las cosas más importantes que luego darán sentido, e iluminarán las demás cosas!

Que en esta Cuaresma, Cristo sea nuestro alimento, nuestra fuente surgente del “agua viva”, que podamos beberla y saciar nuestra sed, pero siempre con la necesidad de escuchar más su voz, entender mejor su palabra, estar más con El en la adoración. Por eso, un pueblo que adora a Dios, llegó a la plenitud.

Que en esta Cuaresma alcancemos la plenitud en el silencio, en la contemplación y en la oración. Que Dios nos siga sorprendiendo, revelando y que nosotros asintamos a su visita con la actitud del compromiso: “discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida.”

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.