XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

San Mateo 22, 15-21: “¡al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Mateo 22, 15-21

 

Evangelio: “¡al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!”

 

Este texto es muy claro y coloca cada cosa en su lugar. La realidad más grande de todas las cosas donde uno tiene siempre los dos reinos, las dos realidades: el cielo y la tierra.

 

Ambas realidades están unidas, se distinguen para mostrar su identidad pero también están unidas; por eso debemos pasar de habitantes a ciudadanos, a ciudadanos de la tierra y ciudadanos del cielo. Es decir una vida que tome en cuenta todo esto de las dos realidades.

 

Tenemos un ejemplo muy claro en la Iglesia. Tomás Moro, en el año 1535, un gran laico que quiso ser fiel a su rey Enrique VIII y quiso ser fiel a Dios y a la Iglesia. Porque fue fiel a Enrique VIII no aceptó el divorcio que éste pretendía y eso le costó la vida, murió decapitado. Pero fue fiel a uno y a otro. Esa fidelidad al otro está apoyada fundamentalmente en la fidelidad a Dios.

 

No se trata de una cosa o la otra, sino una cosa en la otra, es decir ser fiel a Dios y porque soy fiel a Dios, tengo que ser fiel a la sociedad, a la nación, a la patria, a los hermanos. Ver ambas realidades.

 

Debemos tener fineza de espíritu en la esperanza que nos une, porque siempre estamos mirando la realidad futura, pero miramos la realidad futura a través del compromiso cotidiano, de la entrega cotidiana.

 

Porque tengo fe, yo no puedo eximirme de los compromisos de la sociedad. Se mira el futuro pero se prepara el presente. O dicho de otra forma, se amasa acá lo que se va a vivir allá.

 

 

Si la persona de los dos reinos, el de Dios y el de la sociedad, cumpliera con sus responsabilidades, las cosas serían distintas. Que tengamos esa fidelidad, primero a Dios y, desde Dios, en las realidades de este mundo que tenemos que vivir.

 

¿Por qué primero Dios? Porque Dios es la fuente, el ímpetu, el ánimo, la luz, la fortaleza, el alimento para que uno pueda seguir cumpliendo con las realidades de este mundo. Porque Dios siempre será el garante de que uno pueda amar a todos los hermanos.

 

Queridos hermanos les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.