XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solemnidad de Cristo Rey

San Mateo 25, 31-46: El Juicio final

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia  

 

Evangelio según San Mateo 25, 31-46 (Ciclo A) 

Evangelio: el Juicio final 

Estamos ante un Evangelio extraordinario, muy rico y profundo. Todo se resume en Cristo Rey. El alfa y la omega, el principio y el fin. Él está presente en toda la historia. El Señor es el fin de la historia humana y por supuesto cristiana. 

Nuestra vida es una síntesis y debemos acostumbrarnos a hacer síntesis. A veces la gente vive y no piensa, dura, “tira del carrito”, pero no va articulando las cosas y conectándolas. ¡Hay que conectarlas! ¡Hay que articularlas! ¡Hay que relacionarlas! ¡Hay que aprender! 

Aquel refrán, muy antiguo y famoso, decía “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, como que de alguna manera uno no aprende de los errores cometidos. ¡Pero tenemos que aprender de esos errores! 

Uno tiene que aprender a modificar. Tiene que estar atento para que, de alguna manera, uno viva una vida plena en la fe, como cristiano, como persona, como hijo de Dios, como hermano. Vivir con dinamismo constante para poder ser testigo, para poder ser misionero, para poder ser discípulo.

El discípulo es el que escucha bien y porque escucha bien, responde bien. Discípulo y misionero. Discípulo y testigo. Uno es misionero y testigo porque sabe seguir siendo discípulo. Cuando uno se enriquece, se apropia y cree que ya no tiene necesidades, ahí se equivocó. 

Cristo es quien guía y conduce; es el Buen Pastor y ¿qué hace el Buen Pastor? Él hace estas actividades fundamentales: reúne, conduce, da respuestas a todas las necesidades, corrige, medica, levanta. ¿Cuál es el plan del Padre? Hacer de Cristo el corazón del mundo.  

Y nosotros tenemos que vivir esta realidad: que el mundo tenga a Cristo como el corazón, como la centralidad de nuestra vida. Pero la centralidad de nuestra vida es una vinculación, una relación, una referencia. Pero a la vez, también es un testimonio ¿en qué categorías? En el amor y la justicia. 

No puede haber amor si no hay justicia. La justicia siempre tiene que estar visitada por el amor. Amor y justicia para con uno mismo, para con los demás, para con todas las realidades que nos toca vivir, como lo descubrimos en el Evangelio de hoy. 

Tenemos que pedir al Señor, que Cristo reine en mi corazón, que reine en mi vida y que yo pueda tener -en mi vida- la centralidad del Señor que es el principio y el fin de toda la historia humana, de toda la sociedad y de toda la Iglesia. 

Que Cristo reine en vuestro corazón; que les de gozo, paz, alegría y entusiasmo para servir, para amar y para testimoniar. 

Queridos hermanos les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.