III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 1, 14-20: El llamado de Dios

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

 

Evangelio según San Marcos 1, 14-20

 

El llamado de Dios

 

El Reino de Dios está cerca, se acerca lo definitivo, lo que es para siempre, ¡es Dios, es Cristo! Por eso este Cristo, que es lo definitivo, en Él se hace después las demás definitividades. Es decir, el Reino ya está cumplido, ha comenzado con esa dimensión actual y escatológica. Es ahora y siempre.

 

Lo que es importante: ante la presencia de Dios, ante la presencia del Reino que está cerca, hay que tener una actitud de conversión y creer en la Buena Noticia. Convertirse ¿qué significa?, salir de un lugar a otro, cambiar de una actitud a otra, cambiar de un modo de vida a otro. ¡Cambiar! Y creer en la Buena Noticia que es la fuerza del anuncio.

 

Dios llama, y les puedo asegurar que esa llamada es misteriosa, porque Dios irrumpe, se mete en el corazón y el alma de las personas. Hace una propuesta que no es una imposición sino una proposición. Dios no impone, propone, invita, participa y suscita en cada una de las personas –sobre todo en aquellos que son llamados- a seguirlo más de cerca, amarlo más de cerca, a correr la misma suerte que el Señor, identificarse con Él e imitarlo viviendo el Evangelio.

 

La llamada de Dios es misteriosa, porque es una gracia, pero también provoca en el que la escucha un movimiento a seguirlo. Y esto es importante: al don de Dios corresponde como respuesta la conquista. Recordemos que si uno quiere ser un buen cristiano, se siente llamado a ser un sacerdote, un consagrado, un religioso, tiene que vivir una conquista permanente para que, siguiéndolo a Él, mirándolo a Él, haga la voluntad de Él, la voluntad de Dios. Y no haga su propia voluntad, su propio capricho.

 

Dios llama y uno lo sigue. Pero lo sigue no de cualquier manera. Hay condiciones. La condición es el amor, la renuncia, el sacrificio y la perseverancia. Porque hay que perseverar en el amor.

 

Es una tarea donde no se puede vivir del pasado, “no se puede vivir de rentas”. La respuesta es siempre actual.

¡Hoy tengo que vivir en la presencia de Dios!

¡Hoy tengo que buscar el bien!

¡Hoy tengo que hacer la voluntad de Dios!

 

Pero esto actual que ya es definitivo, porque lo escatológico es lo que vamos a vivir, es lo que estamos anticipando en este momento, en este preciso instante.

Dios sigue llamando a los jóvenes.

¡Escuchen la voz de Dios, el llamado de Dios, porque “el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”!

¡Seguirlo al Señor para ir a las multitudes!

¡Cuánta gente está sola, no tiene a nadie!

¡Cuántos niños y jóvenes están abandonados!

 

El Señor quiere hacerse presente y llama, pero “muchos son lo llamados y pocos los escogidos”, que es decir que muchos son lo llamados y no todos responden bien.

 

Pidamos al Señor que suscite en el seno de nuestra diócesis, de nuestras familias, de nuestras comunidades, personas que sepan escuchar el llamado que Dios hace, no que va a hacer, ¡que está haciendo!, y que hay que responderle con prontitud, con decisión, con fuerza, con entusiasmo, con convicción, con tenacidad.

 

Hoy más que nunca, la vida sacerdotal y la vida religiosa, son una esperanza para el mundo. El mundo está como agotado. Hay muchas carencias. Faltan belleza, gratuidad, transparencia, pureza, verdad.

 

Que haya almas consagradas que nos puedan anunciar que el Reino ya se ha cumplido y que ya está en medio de nosotros. Porque este tiempo que estamos viviendo es el último y definitivo.

 

Les dejo mi bendición, que podamos escuchar a Dios y responderle como Él se merece: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.