XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 51-58: “¡Yo soy el Pan vivo bajado del cielo!”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Evangelio según San Juan 6, 51 - 59 (Ciclo B)

Evangelio: “¡Yo soy el Pan vivo bajado del cielo!”

La doctrina de Cristo, en el Evangelio de San Juan, va centrando su vida y su misterio en al Eucaristía. El pan es el Cuerpo de Cristo y el vino es la sangre de Cristo. Alimento verdadero, la vida eterna que entra en nosotros y va expulsando todo vestigio de muerte.

Ahora bien, celebrar la Pascua , es decir la Eucaristía , no se identifica automáticamente con la participación material al banquete. Porque podemos decir “bueno, lo mismo pasa con el rito del sacramento, participamos, estamos en misa, vamos a misa.” Pero, uno tiene que “meterse” dentro del misterio, tiene que “entrar” en la celebración litúrgica; es un ingreso a un ámbito muy especial. Por eso hay requisitos propios, firmes, seguros; el silencio, el canto; la alabanza; la escucha de la Palabra ; la meditación; la reflexión; la ofrenda; la acción de gracias por excelencia; el prefacio que proclama el sacerdote en nombre de Cristo y después la Consagración ; todo acompañado con las oraciones.

Esta presencia del misterio, que es su Cuerpo y su Sangre divina, reclama de nosotros una participación esencial: la conversión del corazón, la renovación de la propia fidelidad a la Alianza de Dios.

¡Conversión del corazón que significa cambio de vida!

¡Decisión!

¡Tomar de nuevo la motivación fundamental en la propia originalidad! ¡Fidelidad a la Alianza !

Por eso estamos todos llamados:

¡El sacerdote que celebra el misterio tiene que pasar por la experiencia del encuentro y de la conversión del corazón!

¡Los fieles, al participar en esa Celebración Eucarística, tienen que pasar por la experiencia de la conversión del corazón!

¡Todo el Pueblo de Dios que se mete en ese misterio de la Alianza , debe salir renovado, cambiado!

Dios viene a instaurar una nueva y eterna Alianza y nos va preparando para un nuevo Banquete, anunciando ese nuevo PAN: “¡Yo soy el Pan vivo bajado del cielo!” Una necesidad absoluta de comer su Cuerpo y beber su Sangre para tener la Vida.

Esa Pascua de Cristo, donde la muerte no es eliminada sino superada, así también el pecado es superado para que todos podamos vivir en Gracia de Dios. De allí que la dimensión comunitaria del reencuentro es esencial y no basta estar disponible en la recepción del Sacramento, sino también estar en comunión de caridad fraterna y de compromiso en el servicio para con los demás hermanos. No es una acción individual. La celebración, la participación, es personal y comunitaria; por eso lo celebramos en comunión, en comunidad.

Pidamos al Señor que este “Pan vivo bajado del cielo”, la vida eterna que viene a nosotros, nos de fuerzas no sólo para alimentarnos, sino también para iluminarnos, para ser fieles hasta el sacrificio y para ser testigos de su amor.

La gente quiere ver en nosotros a personas convencidas del misterio que celebramos. Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.