XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23: “¡No mancha lo que entra de afuera, sino lo que sale de nuestro corazón!”

Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia 

 

Evangelio según San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23 (Ciclo B)

Evangelio: “¡No mancha lo que entra de afuera, sino lo que sale de nuestro corazón!”


Estamos ante un texto muy fuerte, donde el Señor pone las cosas en su lugar, atacando al fariseísmo y formalismo de aquella época, pero también de ésta época. Muchas veces el fariseísmo, o el formalismo, con una acción externa pretenden suplantar lo que no está adentro, lo que no está en el interior. Es así que uno participa, o pone el cuerpo o hace una cosa, pero si no se conecta con ella y no tiene verdad, pierde la ocasión de entrar en el misterio.

El Señor nos está diciendo una frase muy fuerte, “este pueblo me honra con los labios, con su palabra, pero no con el corazón”. También nosotros podemos merecer ese reproche de Jesús. ¡Cuántas veces estamos allí, o hacemos las cosas, o los ritos!

Hoy en día se desprecia -con mucha superficialidad- el tema de las cosas rituales y de alguna manera, creyendo que se hacen, ya está cumplido. Aquí viene lo que yo llamo el “cumplimiento, cumplo y miento”, porque estoy diciendo una cosa pero mi corazón y mi mente están en otra cosa. Hay que unir fe y vida: la vida que se expresa a través de la luz y de la fuerza de la fe.

El problema, que puede estar planteado y muy presente, es que frente a Dios uno no cumple los mandamientos porque pareciera que los mandamientos están en segundo lugar. ¡No! los mandamientos siempre son en primer lugar y son el fundamento de toda la acción moral. Pero primero Dios.

Muchas veces queremos suplantar a Dios con otras bagatelas, con otras superficialidades o con otras cosas y nos olvidamos que Dios es el patrón absoluto de nuestras obras, de nuestra vida y lo queremos suplantar por medio de nuestro orgullo.

¡Cristo Jesús es el único Redentor, pero nosotros queremos suplantarlo con nuestro orgullo creyendo que somos nosotros lo que realizamos la obra! ¡Es Él, por favor! nosotros somos meros representantes. ¡Es Cristo quien realiza la obra de redención!

Luego, el Espíritu Santo es el único santificador y a veces el orgullo puede pretender que nosotros, porque realizamos algo, ya somos perfectos. Pero ustedes saben muy bien que todos estamos en camino de la santificación, la purificación y la perfección. Y cuanto más nos acerquemos a Dios, más vamos a reconocer que más nos falta. Pero si creemos que ya hemos llegado, ¡por favor pongamos atención!, no hemos llegado nada, estamos en camino.

Pidamos al Señor que, en las cosas internas, en las motivaciones profundas, sean el punto de conexión con Dios y el centro de la decisión de nuestras convicciones. ¡No mancha lo que entra de afuera, sino lo que sale de nuestro corazón! Aunque los demás no lo vean, lo ve uno y su propia conciencia.


Que el Señor nos bendiga y nos ayude a vivir la fe en la vida y una vida expresada y sostenida por la fe.

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.