XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
San Marcos 10, 46-52: Pedir con coraje y convicción: “¡Señor haz que vea!”Autor: Monseñor Rubén Oscar Frassia
Estamos ante el diálogo – ¡hermoso momento, por cierto!- de
Jesús y Bartimeo, el ciego de nacimiento. ¡La vida es un diálogo que tenemos que
saber ver y descubrir! La vida es una donación, se nos dio, se nos prestó, y
tenemos que devolverla. Hay gente que devuelve bien y hay gente que devuelve
mal.
La articulación del diálogo es una participación que Dios nos hace. Él que nos
crea a imagen y semejanza suya; que nos crea a través del amor de nuestros
padres; que nos da una existencia humana; y para los cristianos una existencia
cristiana, tenemos todo un tiempo en la vida, una trayectoria, para descubrirla,
para desarrollarla, para engrandecerla y para enaltecerla.
A veces, uno se da cuenta que cuanto más años tiene, en lugar de estar más
libre, más íntegro, más unido, hay gente que está más atomizada, más vencida,
más rota, más quebrada. ¿Y qué pasó ahí? ¿Qué hiciste de tu vida? ¿Qué
permitiste que hicieran de tu vida? ¿Cómo respondiste? O mejor dicho ¡qué mal
respondiste!
Todos tenemos en nuestra vida un don de Dios, pero también tenemos una
responsabilidad por la que tenemos que responder. El que escucha bien, responde
bien. Y el que no sabe escuchar bien, responde mal y se equivoca en la
respuesta. Es un diálogo constante.
El diálogo en este Evangelio comienza con Jesús que está pasando; que escucha
pero no ve y los demás -el pueblo- saben que está pasando el Nazareno. El mismo
Bartimeo dice “¡Hijo de David, ten piedad de mi!”; el ciego le pide porque en su
interior ya había una expectativa, una esperanza. Y Jesús lo llama. Los demás
dicen a Bartimeo “el Señor te llama ¡ánimo, levántate!” Jesús pregunta: “¿qué
quieres que haga por ti?”, a lo que responde “¡Maestro, que yo pueda ver!” y
Jesús le dice “vete, tu fe te ha salvado”
¡Cuánta ceguera que hay!
¡Vemos y no vemos!
¡Miramos y no amamos!
Muchas veces tenemos confusión en nuestro corazón, en nuestra inteligencia y un
debilitamiento en nuestra voluntad ¡increíbles! Sin embargo tenemos que decir
“la vida es bella”
Dios nos ha regalado la vida y hay que vivirla con entusiasmo, con alegría. ¡Hay
que vivir bien la vida haciendo el bien a los demás! ¡No amargar la vida a los
demás!
Es cierto que hay problemas económicos, políticos, sociales, globales; hay mucha
violencia, mucha inseguridad, mucha traición. ¡Todo esto es cierto, pero que no
empañen el valor de la vida!
Cada uno tiene que hacer un recorrido de conversión personal. Tenemos que
retomar el camino, ¡porque nos hemos equivocado!, ¡hemos salido de la calle!,
¡hemos perdido algo! ¡Usted ha perdido algo! ¡Yo he perdido algo!
Tenemos que volver a recuperar ese algo porque Dios pasa. ¡Y si Dios pasa, uno
tiene que responderle así “Señor, Hijo de David, haz que vea, te pido:
¡sálvame!” Tenemos que pedírselo porque El nos va a responder. Pero si no lo
pedimos con entusiasmo, con coraje y convicción, no vamos a tener respuesta.
¡Que Dios nos responda si tenemos coraje y entusiasmo para pedirle “Señor, haz
que vea”!
Les dejo mi bendición, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén